El 12 de noviembre de 1863 era asesinado el caudillo riojano Ángel “Chacho” Peñaloza, una de las figuras más icónicas de la resistencia federal del interior del país, contra el centralismo porteño de Bartolomé Mitre.
Se encontraba refugiado en la localidad de Olta, luego de una derrota en Caucete, San Juan. Estaba tomando mates con su mujer y su hijo adoptivo cuando se presentó el mayor Pablo Irrazábal con sus hombres. Al llegar les dijo «estoy rendido» y entregó su facón. Sin embargo, Irrazábal decidió clavarle una lanza frente a su familia, después ordenó que lo aten a un árbol y lo rematen a disparos de fusil. Le cortaron la cabeza y la colocaron en una pica en la plaza. Su esposa fue apresada y obligada a barrer la plaza central encadenada por los próximos años. La oreja del Chacho era exhibida en las fiestas de la alta sociedad cuyana.
¿Por qué despertó tantos odios en los poderosos y fue tan amado entre los que menos tenían? Peñaloza comenzó a pelear desde joven bajo las órdenes de Facundo Quiroga. Tras su muerte, sostuvo durante años una guerra de guerrillas, en la zona montañosa de #LaRioja, #Catamarca y #SanJuan. Con un gran ascendente entre los gauchos y los más humildes, lograba armar ejércitos de miles de hombres que peleaban por mejores condiciones de vida en una de las zonas más postergadas del país. Lo llamaban «el padrecito de los pobres».
Su esposa Victoria Romero, apodada “la Chacha”, luchaba a la par. En la batalla de El Manantial, cuando Peñaloza quedó acorralado, reunió a un grupo de soldados y lo rescató. Allí recibió un sablazo que le dejó una cicatriz que iba de la frente a la boca y que ella disimulaba con un manto.
Cuando Urquiza fue derrotado en Pavón en 1861, Peñaloza se transformó en el principal foco de resistencia en el interior, decidido a no someterse a Buenos Aires. En 1862 Mitre designó a Sarmiento gobernador de San Juan, quien lo odiaba y le temía en partes iguales, y así su persecución aumentó. Todos lo buscaban, nadie revelaba su paradero y hasta algunos murieron en la tortura sin delatarlo.
Sus seguidores comenzaron a ser fusilados y finalmente lograron dar con él. Su asesinato fue festejado por la alta alcurnia. «El padre del aula» le escribió a Mitre: «He aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro, las chusmas no se habrían aquietado».
Entre quienes juraron vengarlo, sobresale la figura de Martina Chapanay, guerrera montonera de origen huarpe quien desafió a duelo al mayor Irrazábal, el que sufrió un ataque de nervios y huyó.
El legado del Chacho sigue vivo en la memoria colectiva del pueblo riojano como un ejemplo de resistencia ante la opresión, y en la lucha frente a los privilegios de las élites porteñas.




