* Por Lucas Bruno
La historia no está gobernada por ningún tipo de ley necesaria como lo pensó el marxismo, ni tampoco por una mano invisible que mueve los hilos de las marionetas como lo pensó el liberalismo. La historia es contingencia y excepción. A la historia la hacen los pueblos. Y los pueblos juegan con la historia, la asaltan, la dejan estática, la hacen retroceder, la hacen avanzar. Si en las elecciones PASO muchos pensábamos que estábamos retrocediendo más de cuarenta años debido al triunfo del neofascismo encabezado por La Libertad Avanza, hoy después de las generales pareciera que se introdujo el acontecimiento y la excepción. Los pueblos juegan con la historia, hacen tronar el escarmiento a sus políticos, hacen revoluciones y también hacen dictaduras.
La excepcionalidad histórica emergió no sólo por los resultados de las elecciones generales sino también por el contenido de los discursos y la construcción estética-imaginaria de quienes se van a enfrentar en el ballotage, Javier Milei y Sergio Massa. Si hablamos de números, Milei sumó algo más de 700.000 votos respecto a las PASO y Massa más de 3.000.000. Todo indicaría que el voto fidelizado de “peluca” no pasa el 30%, es su techo. Sin embargo, en una segunda vuelta los techos y los pisos siempre se trastocan, de echo de eso se trata un ballotage, de tensionar los propios límites. En el marco de uno de los peores gobiernos del peronismo desde el regreso democrático -el gobierno de Carlos Menem fue nefasto desde lo ideológico fortaleciendo la gubernamentalidad neoliberal, pero había un gobierno: el menemismo gobernó a la sociedad-, siendo el Ministro de Economía con una inflación galopante, el tigrense llegó a más del 36,5% de los votos, ¿milagro? ¿miedo a los leones? ¿o acontecimiento?
Otra novedad de los resultados electorales es que Juan Schiaretti casi duplicó su performance de las PASO (de poco más de 914.000 a 1.784.000 votos), representando un clivaje político poco explorado por candidatos a presidentes contemporáneos: unitarismo vs federalismo. La agenda del federalismo, que tiene legado histórico en las montoneras federales y en los caudillos del S. XIX, parece haber calado en una porción no menor del electorado argentino y en la agenda pública nacional. Recordemos que el federalismo, como corriente política-ideológica, no sólo representaba la autonomía de los Estados provinciales, sino también al país pobre y relegado, es decir, el anti-mitrismo, la no alineación con la corona británica y las pretensiones de soberanía de nuestra naciente tierra. En definitiva, si yuxtaponemos el peronismo desarrollista (Massa) y el peronismo federalista (Schiaretti) representan casi un 44% del país, cercano a la mitad de los argentinos y argentinas. De la hibridación de ambos peronismos, mucho más allá de los nombres propios sino más bien de sus agendas políticas, puede surgir una combinación explosiva e interesante -y no a lo Milei-.
Lo más llamativo fue la antagonización estética y conceptual de los candidatos de Unión por la Patria y La Libertad Avanza. Mientras Milei se allanaba al discurso de Bullrrich y de Juntos por el Cambio prometiendo la “eliminación del kirchnerismo y del populismo”, Massa anunciaba que “la grieta se murió” y entre los presentes no se visualizaba ninguna bandera de La Cámpora. Mientras Milei leía nervioso y con una tónica por momentos violenta, Massa no atisbó gestos triunfalistas, muy pocas sonrisas, y su discurso parecía un mantra de paz y tranquilidad -sin que por ello sea un discurso desapasionado-. Mientras Milei dejaba de hablar de la casta y comenzaba a acudir al significante kirchnerismo para antagonizar, Massa subió sólo al escenario, sin ningún otro dirigente de su espacio, intentando mostrar su singularidad. Mientras en el escenario de LLA al finalizar el acto aparecía la hermana de Milei con un semblante bastante desequilibrado, Massa cerraba el acto con mamá, papá e hijos. Toda la puesta estética y discursiva de Massa fue una antagonización racionalizada con la estética y el discurso de Milei. Una confrontación sin explicitación, una confrontación desde varios registros que remiten más que a la enunciación del adversario a una práctica radicalmente antagónica: una práctica estética-imaginaria de la estabilidad y moderación, una práctica política-ideológica-simbólica de la reivindicación de lo público y una práctica ética de la responsabilidad, racionalidad y la seriedad.
Javier Milei optó por desdibujar su frontera política originaria que tantos frutos le dio. Tomó esta alternativa de cara a un ballotage y para acumular otros votos sin ponderar la pérdida en intensidad y amplitud, ¿muy cortoplacista no? De la casta opresora vs la libertad sin ley a kirchnerismo vs anti-kirchnerismo. Javier Milei achicó su espacio, le hizo perder potencia y, por sobre todo, lo inscribió en un pasado reciente que la sociedad, votándolo a él, había decidido dejar atrás. Si esa fue la frontera que le funcionó a Mauricio Macri para ganar el ballotage en el año 2015, nada indica que sirva ahora. De hecho, todo indica que es impotente porque ambos proyectos, en alguna medida, fracasaron: Macri y la no estabilización económica; Alberto y el desgobierno. Por este fracaso, y por saber nombrar este fracaso -la casta– ganó Milei en las PASO. Lo que la lógica diría que es una ampliación hacia el electorado de JxC, acá decimos que es un feroz achicamiento motivado por la desesperación. El domingo Milei se transformó en la casta, se transformó en lo que seguramente siempre quiso ser, pero no le daba. De león potencial destructor de todo, a un siervo de la casta buscando y ambicionando un poquito de poder electoral, rogando en la puerta que lo dejen ingresar. Sergio Tomás Massa no es, y hace mucho lo sabemos, precisamente kirchnerista. Desde su posición enunciativa resuelve de una forma muy diferente a como lo hace Cristina Kirchner la confrontación política -sin que deje de estar presente este aspecto-, hasta su llamado al diálogo permanente, la construcción de consensos y la conformación de un “gobierno de unidad nacional”. Indudablemente tampoco es anti-kirchnerista. Massa es Massa, y de las PASO a las generales pudo mostrar su singularidad y aquí, a lo mejor, radicó la novedad y el acontecimiento. El domingo fue más león (herbívoro) que Milei e hizo emerger la excepcionalidad de la historia en el eterno devenir de las cosas. Massa, y el pueblo argentino introdujeron la posibilidad del milagro en tanto objeto sagrado y heterogéneo que toda comunidad necesita para creer, sostenerse y desear. ¿Será quién pueda recoger el legado de Néstor y Cristina Kirchner para hacer otra cosa diferente? ¿Será quién pueda, soportado en las banderas históricas del peronismo, hacer emerger otro nombre para la política argentina que trascienda al nombre kirchnerismo? ¿Será quién pueda “ir más allá del padre [El Kirchnerismo] a condición de servirse de él” -Lacan dixit-? ¿Será Massa quien pueda actualizar las demandas que deberían inscribirse dentro del discurso peronista tales como la economía popular, los feminismos, el ambientalismo y, por qué no, el federalismo? Todo esto le demandamos a Massa. Durante los último ocho años asistimos al desmembramiento del bloque histórico que signó nuestro tiempo -organizado a partir del antagonismo kirchnerismo vs anti-kirchnerismo-, si nuestro próximo Presidente es Sergio Massa, ¿estaremos frente a la emergencia de un nuevo bloque histórico que permita la reconstrucción hegemónica? Desde Gramsci sabemos que sin hegemonía no hay política posible; necesitamos un nuevo nombre que hegemonice y ordene lo social, que le dé forma a nuestra comunidad. De lo contrario, siempre va a estar la puerta abierta para el surgimiento de los Milei’s y los falsos mesías sin Ley ni norma, en definitiva, sin historia.
* Doctor en Ciencia Política. Docente de la UNC. Referente del Movimiento Evita Córdoba.