*Por Juan Alfonso Cambas
La segunda enmienda de los Estados Unidos, sancionada en 1791, plantea que: “siendo necesaria una Milicia bien organizada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas, no será infringido”. Amparados en leyes que buscaban defender la independencia nacional hace 230 años, hoy la sociedad norteamericana vive en un estado de pánico constante frente a la amenaza que representa cualquier ciudadano de a pie.
El libre y fácil acceso por parte de la ciudadanía estadounidense hace que hoy el país tenga 120,5 armas (promedio) cada 100 habitantes, mucho más por encima de la media mundial. Tomando estos datos, podemos comparar esta cifra con países como Argentina (7,4), Chile (12,1) o Brasil (8,3), los cuales están muy lejos de esos números porcentuales. Pero el problema no es solo la libertad para conseguir armas, sino la facilidad con la que las personas pueden acceder.
¿Qué se necesita para comprar un arma en EEUU?
Las normativas exigen muy pocos controles para la compra, en donde la legislación federal requiere de un mínimo de 18 años de edad para poder acceder a un revólver o un rifle semiautomático. Esta es una de las grandes paradojas estadounidenses, en donde es ilegal comprar cerveza hasta los 21 años, pero es legal comprar un rifle de asalto a los 18.
En algunos estados, haciendo uso del poder de sus legislaciones locales en arraigo a la cultura de derecho estadounidense, han optado por bajar la edad mínima propuesta por la ley federal. Casos como los de Alaska, Minnesota, Vermont o el ya mencionado Maine, la edad permitida para comprar armas es de 16 años. Un absurdo si se tiene en cuenta que los cuatro estados exigen tener 18 años para poder votar. Se es grande para comprar un rifle, pero se es muy joven para elegir a sus propios representantes, otra gran paradoja del mercado estadounidense.
Este sistema irrestricto para comprar armas de fuego viene generando un espiral de violencia civil que no da treguas a lo ancho y largo de Estados Unidos. Según datos de Gun Violence Archive (Archivo de Violencia Armada) el año pasado se registraron 246 tiroteos en todo el país. El promedio de personas muertas por disparo fue superior a dos por hora. Este dato se vuelve más estremecedor al saber que para lo que va de 2023 ya son 565 los tiroteos masivos, cifra que rompe todos los récord de años anteriores.
Pero el dato más perturbador que sale de las estadísticas de Gun Violence Archive es que los tiroteos representan la causa número uno de muertes de niños en todo el país. El presidente Biden señaló que: “según la información que conseguimos de los centros de enfermedades, las armas son el asesino número uno de los niños en Estados Unidos. Es la causa número uno, más que accidentes de tráfico, más que el cáncer en las últimas dos décadas”. El planteo del presidente y parte del partido Demócrata es que en los últimos 20 años murieron más chicos en edad escolar a causa de armas de fuego que agentes de policía y militares activos juntos.
Lo sucedido en la ciudad de Lewiston no es un hecho aislado. Forma parte de todo este entramado de violencia civil, consecuencia por la libre portación de armas. Para darnos una idea de los sucesos del jueves y haciendo un paralelismo con nuestra provincia, Lewiston tiene una población aproximada a las ciudades de Bell Ville (36 mil), Villa Dolores (30 mil) o Cruz del Eje (30 mil). Este breve juego de ciudades es para tomar real dimensión sobre lo que significa la libre portación de armas, sus futuras consecuencias y cómo, incluso, afecta a las ciudades medias y chicas, no solo ya a los grandes centros urbanos.
Nuestro país está atravesando un momento de discusión sobre las ideas de la “libertad” y la libre portación de armas, en donde prima el deseo individual de la seguridad y el bienestar, creyendo que son soluciones propias, no colectivas. Un grave error social es separar la solución de lo colectivo.
Cosa no menor es mirar los ejemplos que tenemos a mano y estar más atentos que nunca sobre ciertas propuestas de campaña. Si como sociedad sacamos el foco de lo colectivo, de lo humano, de las pequeñas cosas que nos acercan a los otros, los anhelos de libertad pueden convertirse muy rápidamente en libertinaje y esto es más que peligroso. No solo porque el libertinaje bordea los límites de la democracia, cosa seria por demás, sino porque esas ideas pueden provocar, no muy a la larga, pequeños Lewiston.
*Juan Alfonso Cambas, Lic. en Comunicación Social.