El 21 de febrero de 1972, Juan Domingo Perón, desde su exilio en Madrid, envió un mensaje con una notable capacidad premonitoria que nos deja un legado de vanguardia ambiental. Mucho antes de que el cambio climático fuera reconocido como una crisis global, ya advertía sobre los peligros del desarrollo sin regulación ambiental. Su visión de un ambientalismo ligado a la justicia social y la soberanía nacional lo posiciona como uno de los precursores de lo que hoy son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.
El mensaje fue escrito para ser presentado en la “Primera Cumbre de la Tierra” organizada por la ONU y el Club de Roma en Estocolmo en junio de ese año, pero fue interceptado por los servicios de inteligencia de la dictadura argentina.
Comienza con un llamamiento universal:
«Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología, y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional... La concientización debe originarse en los hombres de ciencia, pero solo puede transformarse en acción a través de los dirigentes políticos«.
Cabe destacar la visión propuesta por Perón, quien enfatiza el papel de la ciencia como pilar fundamental para la toma de decisiones de los dirigentes políticos. Medio siglo después, cuando las ultraderechas suelen negar el cambio climático o minimizar su impacto, su mensaje sigue vigente.
El mensaje continúa con un apartado en el que se pueden observar similitudes con los problemas actuales, como el uso de la tecnología en favor del consumo desmedido: la obsolescencia programada o la creación de nuevas necesidades de consumo impulsadas por la moda o la actualización constante.

«Las mal llamadas ‘Sociedades de Consumo’ son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, por el gusto que produce el lucro. Se despilfarra mediante la producción de bienes necesarios o superfluos y, entre estos, a los que deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna cierta vida porque la renovación produce utilidades. Se gastan millones en inversiones para cambiar el aspecto de los artículos, pero no para reemplazar los bienes dañinos para la salud humana, y hasta se apela a nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad humana«.
El mensaje también advierte sobre la sobreexplotación y contaminación del mar, el despilfarro y la falta de cuidado del agua dulce, ya sea por un uso agrícola irresponsable o por la explotación descontrolada de recursos subterráneos. También denuncia los desmontes y el uso innecesario de agroquímicos como respuesta a problemas que podrían resolverse mediante soluciones naturales.
«En el curso del último siglo, el ser humano ha exterminado cerca de 200 especies animales terrestres. Ahora ha pasado a liquidar las especies marinas. Aparte de los efectos de la pesca excesiva, amplias zonas de los océanos, especialmente costeras, ya han sido convertidas en cementerios de peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados como por el petróleo involuntariamente derramado. Solo el petróleo liberado por los buques cisterna hundidos ha matado en la última década cerca de 600.000 millones de peces. Sin embargo, seguimos arrojando al mar más desechos que nunca, perforamos miles de pozos petrolíferos en el mar o sus costas y ampliamos al infinito el tonelaje de los petróleos sin tomar medidas de protección de la fauna y flora marinas».
Y continúa:
«Todavía existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado por el despilfarro de agua dulce, tanto para el consumo humano como para la agricultura. La liquidación de aguas profundas ya ha convertido en desiertos extensas zonas otrora fértiles del globo, y los ríos han pasado a ser desagües cloacales más que fuentes de agua potable o vías de comunicación. Al mismo tiempo, la erosión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido en un problema mundial, y se pretende reemplazar con productos químicos el ciclo biológico del suelo, uno de los más complejos de la naturaleza».
Perón enfatiza la necesidad urgente de cambiar la mentalidad humana, especialmente en los países industrializados, para enfrentar la crisis ambiental. Señala que los problemas ambientales surgen de la codicia, el abuso tecnológico, el crecimiento poblacional y la falta de conocimiento sobre las relaciones biológicas. Para revertir esta situación, propone una revolución mental y estructural, con cambios en la forma de pensar los sistemas productivos y la convivencia con la naturaleza.
«Cada nación tiene derecho al uso soberano de sus recursos naturales. Pero, al mismo tiempo, cada gobierno tiene la obligación de exigir a sus ciudadanos el cuidado y utilización racional de los mismos. El derecho a la subsistencia individual impone el deber hacia la supervivencia colectiva, ya se trate de ciudadanos o pueblos. Debemos transformar a las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del futuro. La lucha contra la contaminación del ambiente y de la biosfera, contra el despilfarro de los recursos naturales. Este, en su conjunto, no es un problema más de la humanidad; es el problema. Todos estos problemas están ligados de manera indisoluble con la justicia social, el de la soberanía política y la independencia económica del Tercer Mundo, y la distensión y la cooperación internacional.»

Para los países del Tercer Mundo, Perón llama a defender los recursos naturales de los monopolios internacionales, señalando que la solución radica en la integración regional y la acción solidaria:
«No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social y de participación popular en la conducción de sus destinos. Solo así se estará en condiciones de enfrentar las angustiosamente difíciles décadas que se avecinan. La humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma. En esta tarea gigantesca nadie puede quedarse con los brazos cruzados. Por eso convoco a todos los pueblos y gobiernos del mundo a una acción solidaria».
El mensaje de Perón y su repercusión en la ONU
Si bien la carta había sido interceptada por los servicios de inteligencia de la dictadura militar de argentina, el 18 de octubre de ese año llega a manos de Kurt Waldheim, secretario general de la ONU, instituyó esa fecha en honor al mensaje de Perón como el Día Mundial de la Protección de la Naturaleza.
En 2015 la ONU estableció 17 metas globales como parte de la Agenda 2030, conocidas como los ODS. Su propósito es abordar los principales desafíos ambientales, sociales y económicos del mundo, promoviendo un desarrollo sostenible y equitativo.
El negacionismo climático y las posturas ultraconservadoras suelen oponerse a medidas redistributivas y de equidad. Sin embargo, los ODS dejan en claro que no se puede hablar de sustentabilidad sin justicia social. Los textos como el de Perón muestran que líderes con una visión estratégica ya entendían que los problemas ambientales afectan primero a los sectores más vulnerables.
Durante su última presidencia (12 de octubre de 1973 – 1 de julio de 1974), Perón impulsó políticas concretas en materia ambiental. Aprobó el Plan Trienal, que incorporaba objetivos específicos para mejorar el “ambiente humano”, y creó la primera Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano de Argentina y Latinoamérica, designando a la doctora en Química Yolanda Ortiz como su titular.

El enfoque de Perón sobre la cuestión ambiental no fue circunstancial, sino parte de una visión más amplia sobre el desarrollo y la justicia social. Comprendió que los problemas ambientales, como la contaminación, el agotamiento de los recursos naturales y el deterioro de la calidad de vida en las ciudades, estaban profundamente ligados a la soberanía política y la independencia económica del Tercer Mundo.
Para él, la exclusión social no solo era un problema económico, sino también una vulneración de derechos fundamentales que limitaba el acceso a la educación, la salud y un ambiente saludable. Esta perspectiva, adelantada a su tiempo, coincide con el enfoque de la Agenda 2030 de la ONU y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que establecen como eje central la erradicación de la pobreza y la equidad social como condiciones indispensables para un futuro sostenible.
Hoy, en un mundo que enfrenta el desafío urgente del calentamiento global, sus palabras cobran un nuevo significado y refuerzan la necesidad de políticas ambientales que no solo protejan los recursos naturales, sino que también garanticen un futuro justo y equitativo para todos.
La ultraderecha intenta deslegitimar las políticas ambientales argumentando que obstaculizan el desarrollo económico. Sin embargo, estos discursos históricos evidencian que el verdadero progreso no puede desvincularse del cuidado del ambiente. Además, constituyen una referencia fundamental para diseñar políticas públicas basadas en la planificación y el bienestar común, desmontando la idea de que la única alternativa es la desregulación y la explotación sin límites. Recuperar estos textos es clave para fortalecer el debate público ante la desinformación y la manipulación, demostrando que la preocupación ambiental no es una moda ni una imposición, sino una necesidad reconocida desde hace décadas.
Matías Alonso, Secretario de Ambiente y Economía Circular de Cosquín