La situación en el occidente africano se encuentra en estado de ebullición, y su estallido puede tener consecuencias a nivel regional y global. El conflicto comenzó el pasado 27 de julio cuando militares liderados por el jefe de la guardia presidencial de Níger, el General Absourahamane Tchiani, derrocó al presidente Mohamed Bozoum, quien había llegado al poder en 2021.
Se trata del quinto golpe de Estado que sufre este país del centro de África desde su independencia formal de Francia en 1960. El derrocado presidente había alcanzado el gobierno mediante elecciones generales y democráticas, en lo que fue la primera sucesión de poder de manera pacífica en toda la historia nigerina. La Junta Militar que tomó el poder contó con un amplio apoyo popular, una popularidad que se acrecentó aún más cuando el General Tchiani anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con París.
Níger es uno de los países más pobres del planeta: De sus casi 25 millones de personas, el 45% se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Es el país más extenso del África Occidental, sin embargo, un 80% de su territorio es desierto y prácticamente inhabitable. También cuenta con una mixtura étnica importante, más del 50% de la población es de etnia hausa y un 21% de la etnia zarma-songhai. Sin embargo, el Presidente depuesto pertenece a una minoría semi nómada del sur, es por eso que lo consideraban como un “extranjero” que presidía al país.
El golpe militar generó diversas reacciones de los países vecinos, la mayoría de ellos ex-colonias francesas. Así, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) comenzó a organizar una intervención militar conjunta para asegurar “el pleno restablecimiento del orden constitucional”, y otras medidas de presión como el congelamiento de activos financieros internacionales y el bloqueo de la aviación comercial. Este bloque regional está compuesto por 15 Estados miembros y tiene varios antecedentes de intervenciones en conflictos internos de los países de la región. Desde su creación en 1975 ha enviado operaciones militares a Sierra Leona, Guinea-Bissau, Costa de Marfil, Malí, Gambia y Liberia. Asimismo, la Unión Africana, la organización intergubernamental que reúne a los 55 Estados africanos, se pronunció sobre lo sucedido y reclamó la restauración del régimen democrático.
El golpe de Estado en Níger es el cuarto que sucede en esa región central de África en los últimos dos años. En 2021 fue en Malí y Guinea-Bissau y en 2022 en Burkina Faso, lo que demuestra la creciente inestabilidad política en esa porción del continente africano. A todos los une el discurso contra la ocupación europea y el saqueo de sus recursos naturales. Lo cierto es que tanto los gobiernos de Malí, Guinea-Bissau y Burkina Faso, ya reaccionaron al golpe en Níger apoyando a los militares nigerinos y advirtieron que una intervención militar externa será considerada como un ataque a sus propios países. En ese contexto, el bloque de la CEDEAO se encuentra dividido entre quienes apoyan a los militares de Níger y quienes intentan restablecer el gobierno depuesto. Entre estos últimos se cuentan algunos de los países más poderosos de la zona como Senegal, Costa de Marfil y Benín, mientras que en Nigeria no prosperó la iniciativa de intervención ya que el Parlamento se opuso. El comienzo de un conflicto armado en Níger puede suponer una gran guerra entre distintos estados africanos, una tragedia inconmensurable.
Dentro de todo este contexto convulsionado, la respuesta de Francia tampoco se hizo esperar. El Presidente, Emmanuel Macron, condenó el golpe, retiró las “ayudas económicas” que se enviaban a Níger (unos 120 millones de euros) y amenazó con represalias si algún ciudadano francés resultara atacado o lesionado por las autoridades militares.
La importancia de Níger para Francia es fundamental por sus recursos naturales. El país europeo obtiene allí un cuarto del uranio necesario para alimentar sus centrales atómicas y, además, junto con Malí y Burkina Faso, la extracción de oro se incrementó notablemente en la última década por el descubrimiento de una veta con gran calidad, que atraviesa el desierto. A su vez, los intereses franceses en este país tienen que ver con la participación en la denominada “Société des Mines de l’Aïr”, que explota los yacimientos de uranio que se encuentran en suelo nigerino. Pertenece un 85% a Francia y sólo un 15% a Níger y produce casi el 5% del uranio mundial. El mineral que se extrae en tierras nigerinas es de muy alta calidad.
El estallido de la reciente crisis se produjo luego de que la canciller francesa, Catherine Colonna, visitara Niamey hace un mes y elogiara de manera contundente al gobierno depuesto. Esto produjo una reacción civil y militar de descontento hacia la intromisión francesa y derrumbó el apoyo a un gobierno cuya popularidad era muy baja debido a la crisis económica y social en que está sumido el país. Asimismo, los conflictos sociales han aumentado producto de las consecuencias del cambio climático. Agricultores y pastores se enfrentan por las escasas tierras fértiles en el desierto, ya que el país sólo tiene un cuarto de los recursos naturales necesarios para hacer frente a las emergencias humanitarias. Así, las hambrunas son recurrentes, las sequías son devastadoras y suelen aparecer inundaciones que trastocan los ciclos de producción agrícola y alimentan los enfrentamientos interétnicos.
En los últimos años, el descontento de las naciones africanas con Francia ha ido en aumento producto del ascenso de corrientes nacionalistas. Uno de los motivos tiene que ver con el denominado Franco Africano. Si bien Francia abandonó el Franco como moneda de curso legal por el Euro, aún catorce excolonias africanas siguen integrando la llamada “Communauté Financiére Africaine”, a través de la cual su moneda es el Franco Africano, y se mantiene en reservas en un 50% en el Tesoro de Francia, para asegurar la convertibilidad de esa moneda por parte de su ex colono. Además, deben pagarle un tributo extra por esa situación. Así, Francia sigue controlando la economía de los países que fueron conquistados, aún cuando formalmente no es más la metrópoli.
Los nuevos mandatarios que se han fortalecido en el occidente africano están poniendo en debate estas políticas. Por caso, Burkina Faso acaba de anunciar la terminación del Tratado Fiscal para la No Doble Imposición que rige desde 1967. El presidente Ibrahim Traoré explicó que este tratado ha perdido su adecuación a los intereses del país africano.
La situación en Níger tiene implicancias globales también por el hecho de que Rusia, a través de su Presidente Vladimir Putin, ha acercado posiciones con la región africana en el último tiempo. Un día luego del golpe, Putin presidió en San Petersburgo una cumbre con numerosos países africanos en una muestra contundente de apoyo ruso a la causa. Allí, anunció el envío de más de 50 mil toneladas de cereales de Rusia hacia África que habían quedado truncas por el bloqueo que Ucrania realiza en el mar Negro, el suministro de armas a los gobiernos estatales de la región, como así también la condonación de más de 90 millones de dólares en deudas que Estados africanos tenían con la Federación Rusa. El apoyo ruso explica su influencia cada vez más significativa en los asuntos africanos, así como el papel de China que es cada vez más importante. El gigante asiático ha invertido en la construcción y el desarrollo de la industria petrolífera en Níger. Cabe mencionar que este país se convirtió en exportador de petróleo gracias a la infraestructura que empresas chinas desarrollaron en el yacimiento de Agadem y en la construcción del oleoducto Níger-Benín, que le permite llegar al Océano Atlántico.
Mientras que el Estado ruso propuso una serie de ayudas a los países africanos, Estados Unidos, por el contrario, impulsa sanciones. Luego del golpe en Níger suspendió los programas de ayuda financiera, expresó a través del Secretario de Estado, Antony Blinken, el apoyo incondicional al depuesto Presidente nigerino y rechazó las “amenazas” de respuesta militar realizadas por Malí y Burkina Faso. Los intereses norteamericanos en Níger son claves: allí tiene desplegados unos 1100 soldados, y en la legendaria ciudad de Agadez tiene la mayor base de drones militares del mundo. Francia, por su parte, cuenta con unos 1500 soldados, de los cuales algunos fueron evacuados y se dejó un remanente para proteger la ciudad de Irlit, donde se encuentra la empresa Oran, que explota la extracción de uranio.
La crisis que se vive en Níger se enmarca dentro de un contexto geopolítico más amplio: el conflicto en la zona del Sahel. El Sahel (que significa “costa” en árabe) es una vasta región geográfica que abarca desde el Océano Atlántico en el oeste hasta el Mar Rojo en el este y desde el Magreb en el norte y el África Subsahariana en el sur, contando con más de tres millones de kilómetros cuadrados. Al ser un territorio tan extenso, con zonas semidesérticas y desérticas, y que recorre doce países en total, han proliferado grupos armados paramilitares que le disputan el poder a los mismos Estados nacionales. Es el caso de Al Qaeda en el Magreb o Boko Haram en Nigeria, como así también grupos secesionistas que penetran entre los países por las casi nulas fronteras custodiadas en el desierto del Sahara.
Un combo en el que confluyen la presencia de grupos ilícitos, las rutas de migrantes hacia Europa, el impacto del cambio climático y valiosos recursos naturales. El Sahel se ha convertido en un enclave que es estratégico para la seguridad y la estabilidad internacional. Lo que suceda en definitiva con la situación en Níger, tendrá indefectiblemente consecuencias a nivel global.