Un informe en el que participaron científicos de la UNC revela que el lugar de nacimiento, el género asignado al nacer o el tono de piel, entre otros factores, ejercen una influencia fundamental frente a la posibilidad de obtener una mejor posición social y económica en la vida.
Estas conclusiones se desprenden de un estudio nacional realizado en más de 5200 hogares del país en el marco del Programa de Investigación Regional Comparativa (PIRC), del que participaron investigadores e investigadoras de la UNC y de otras instituciones. El propósito de este proyecto era explorar las causas subyacentes que perpetúan la pobreza de generación en generación en Argentina, además de evaluar cómo diversas variables, como la clase social, el género, la etnicidad, la formalidad o informalidad en el trabajo y la región de residencia, influyen en la probabilidad de pertenecer al estrato menos afortunado desde el punto de vista económico.
El informe destaca que las mujeres tienen un 65% más de probabilidades de caer en la pobreza en comparación con los hombres. Estos datos se corresponden con los publicados por los informes de la Organización de las Naciones Unidas, donde se menciona que siete de cada diez personas pobres en el mundo son mujeres, quienes tienen además una mayor probabilidad de trabajar en empleos informales en comparación con los hombres (54% en América Latina). A esto se debe sumar la brecha salarial, ya que en promedio perciben entre un 25% y un 40% menos de sueldo, suelen tener empleos precarios con bajos salarios y están más expuestas al desempleo.
¿Qué otros factores acrecientan las posibilidades de vivir en la pobreza?
El trabajo explica que la posición que las personas ocupan en la jerarquía social al nacer emerge como el factor preponderante en cuanto a la probabilidad de vivir bajo la pobreza. En este sentido, la clase social se destaca como el principal impulsor de la desigualdad y ejerce un impacto directo en otras variables. Entre las clases sociales más afectadas se incluyen la clase trabajadora no calificada (34%) y la clase trabajadora calificada (27%), que conforman el grupo más vinculado a la pobreza.
Por otro lado, aquellos que se identifican como pertenecientes a pueblos originarios o afrodescendientes tienen un 170% más de probabilidades de vivir la marginalidad en comparación con las personas de ascendencia europea.
Además, quienes trabajan en el sector laboral informal presentan una probabilidad significativamente mayor (92%) de vivir en la pobreza en comparación con aquellos que tienen empleos formales.
A esto se suma la ubicación geográfica de residencia, ya que las personas que viven principalmente en el conurbano bonaerense, Cuyo, NOA y, sobre todo, el NEA, tienen una mayor asociación con la escases de recursos. Por el contrario, aquellos que residen en la región patagónica, el centro y la pampeana del país, muestran un desarrollo desigual en la nación.
La clase social y la etnicidad se destacan como los principales motivos de discriminación entre las personas, y la discriminación por razones físicas, como el sobrepeso y la obesidad, también es común.
La combinación de estos dos factores acentúa aún más las desventajas y pone de manifiesto que, en ciertos grupos sociales, operan mecanismos específicos de desigualdad que se superponen para formar una «superposición de capas» de desigualdad.
Movilidad social ascendente
El título universitario sigue siendo un medio de movilidad social ya que disminuye un 73% las chances de vivir en un hogar pobre. Las estadísticas obtenidas a través del estudio indican, además, que la mayoría de quienes nacieron en hogares de clase alta terminaron el secundario (90%) y en menor medida la universidad (47%), mientras que son muchas menos las personas de clase baja que alcanzaron ese nivel de educación (41% y 11% respectivamente).