El conflicto entre Armenia y Azerbaiyán vivió en las últimas semanas una nueva escalada con la operación militar azerí sobre la región disputada de Nagorno-Karabaj. Se trata de una porción montañosa del Cáucaso que ha estado en el centro de los conflictos desde hace más de treinta años, y que desde 2020 ha tenido diferentes tensiones sobre su soberanía.
La región de Nagorno-Karabaj es reconocida por la comunidad internacional como territorio de Azerbaiyán, sin embargo, la población local es de mayoría armenia. Son aproximadamente 120.000 personas y localmente se denominan como la República de Artsaj, donde establecen un gobierno con estrechos vínculos políticos, económicos, sociales y culturales con Armenia.
Durante siglos, azerbaiyanos y armenios, que consideran la región su hogar, se enfrentaron para decidir quién debía controlarla. La dominación rusa comenzó en 1823 y, cuando el Imperio Ruso se disolvió en 1918, se reavivaron las tensiones. Unos años después, Rusia comenzó a incorporar los estados independientes del Cáucaso a lo que se convertiría en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En un principio, se decidió que Karabaj formaría parte de la República Socialista Soviética de Armenia, pero el nuevo Comisario de Nacionalidades soviético, Joseph Stalin, revocó la decisión. En 1923, Nagorno Karabaj se convirtió en una región administrativa autónoma de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, a pesar de que el 94% de su población era de etnia armenia.
Al caer la Unión Soviética, a inicios de los 90´, estalló la primera guerra por el control de la región. Los primeros enfrentamientos se dieron incluso antes de la implosión soviética, en 1988, cuando armenios karabajos pidieron al gobierno soviético formar parte de Armenia y, así, arrancó un conflicto que llevaría a la intromisión del ejército de la URSS. Con el colapso de la URSS, ambas repúblicas recrudecieron la guerra que se extendió hasta el año 1994, con un costo de 30 mil muertos y más de un millón de personas desplazadas. Fue entonces que las nuevas naciones independientes de Armenia y Azerbaiyán firmaron el Protocolo de Bishkek, un alto el fuego mediado por Rusia que dejaba Nagorno Karabaj en Azerbaiyán. Desde entonces, funcionó una república de facto independiente, pero sin reconocimiento.
El conflicto quedó latente, desde los noventa hasta el presente siglo. En 2020, en plena pandemia, se inició una segunda fase de enfrentamientos entre las fuerzas militares armenias y azeríes, que dejó el saldo de unos 7 mil muertos en seis semanas y la avanzada de Azerbaiyán sobre una porción de los territorios en disputa. Hubo que negociar un acuerdo de paz que nuevamente fue mediado por Rusia. Cabe aclarar que Azerbaiyán cuenta con mayor equipamiento militar, un ejército más numeroso y aliados regionales muy importantes como Turquía e Israel, históricamente enfrentados a Armenia.
De esta manera, Azerbaiyán recuperó el control sobre las regiones alrededor de Nagorno-Karabaj/Artsaj, y la zona se volvió una especie de isla. Quedó tan solo una ruta que unía Artsaj con Armenia, conocida como el “Corredor de Lachin”, y era custodiada por un cuerpo de paz ruso. Muchos armenios abandonaron la zona y unos cuantos prendieron fuegos sus propias casas, no obstante, quedaron unos 120.000 con un estatus precario desde lo político, social y cultural. El cese de las hostilidades fue propiciado por la propia Rusia, que garantizó con sus tropas en la región el cumplimiento de los acuerdos alcanzados.
Aunque Nagorno Karabaj es pequeño, hay mucho en juego geopolítico debido a su proximidad a oleoductos y gasoductos estratégicos. Los nuevos conflictos no pueden entenderse sin una comprensión del contexto global. Por un lado, Azerbaiyán es aliado de Israel y Turquía, dos de las potencias que influencian política, económica y militarmente a la región. En segundo lugar, Rusia se vio envuelta en la guerra con Ucrania lo que no le permite abrir nuevos frentes de conflictos que desvíen tropas y recursos.
Azerbaiyán viéndose en condiciones de superioridad comenzó lentamente a violar los tratados y avanzar bajo la tutela de Turquía. A fines de 2022, el gobierno azerí instaló retenes en el corredor de Lachin, causando una grave escasez de alimentos y medicamentos en el enclave. En julio, la diplomacia armenia pidió redoblar «los esfuerzos internacionales» para poner fin al bloqueo de Nagorno Karabaj y reabrir el corredor, y expresó temores de que ocurra una «limpieza étnica» en la región. Pese a mediaciones separadas de la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia, Armenia y Azerbaiyán no lograron entenderse para un acuerdo de paz.
Mientras tanto, el gobierno armenio que asumió en 2020 decidió tomar una política pro occidental y comenzó una serie de ejercicios militares con fuerzas estadounidenses, bajo el paraguas de la OTAN, lo cual significó un golpe de gracia respecto a los vínculos con Rusia. Vale mencionar que históricamente Rusia había sido una especie de respaldo de los intereses armenios en la zona.
La ofensiva azerí se inició a mediados de septiembre y avanzó rápidamente en tierras de Nagorno-Karabaj, logrando resultados satisfactorios en tiempo récord. Los separatistas de Artsaj debieron rendirse casi inmediatamente al encontrarse en total desventaja, sin respaldo de Armenia, con escaso armamento y preparación militar. Las tropas de Azerbaiyán dieron un ultimátum para que la población armenia abandone la región, lo que fue denunciado por el gobierno armenio como el intento de realizar una limpieza étnica en Nagorno-Karabaj. En las semanas siguientes a la ocupación azerí, ya son unas 30 mil personas las que abandonaron la región por temor a represalias.
El presidente azerí Ilham Alíyev declaró que estaban dispuestos a normalizar las relaciones con Armenia, pero no volverían a firmar acuerdos por los cuales establecer un estatus especial en ese territorio y sólo respetaría ciertos derechos culturales y religiosos, mientras que desde lo electoral, solamente derechos de elección municipal.
La historia de Armenia ha conocido de situaciones similares en las cuales su población sufrió de manera contundente con potencias extranjeras. En 1915 vivió una de sus páginas más triste y trágicas con el Genocidio Armenio por parte de las fuerzas turcas, una limpieza étnica en la que se calcula que murieron alrededor de un millón y medio de armenios. Al día de hoy, Turquía y Azerbaiyán niegan explícitamente lo ocurrido.
Volviendo al conflicto actual, el acuerdo al que se arribó entre Armenia y Azerbaiyán establece que se retiren definitivamente las tropas armenias que aún quedaban en el territorio y promover la disolución y desarme de los grupos paramilitares de la región. A su vez, el autogobierno de la proclamada República de Artsaj, ha anunciado que a partir del 1° de enero de 2024, todas las instituciones estatales que estaban bajo su órbita, dejarán de existir.
El éxodo de armenios desposeídos va a continuar, y son una población enojada. Están enojados con Azerbaiyán por el bombardeo que los obligó a huir. Están enojados con Turquía por apoyar y armar a Azerbaiyán. Pero sobre todo enojados con el gobierno armenio, como muchos de sus compatriotas en la propia Armenia. Pero las protestas masivas han sido más una expresión de desesperanza que de desafío. Nagorno-Karabaj se ha perdido, y mucha gente culpa a su líder. Ser testigos de la llegada de los refugiados ha aumentado el costo emocional. La respuesta del primer ministro armenio, Nikol Pashinián, ha sido brutal: hasta 350 manifestantes han sido detenidos y algunos de ellos fueron al parecer golpeados por las fuerzas de seguridad.
Mientras tanto, las declaraciones del presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, lejos de calmar los ánimos están encendiendo cada vez más la situación y abre la puerta a una próxima invasión militar, pero ya sobre territorio armenio. Azerbaiyán no ha logrado aún todos sus objetivos. Busca abrir enlaces terrestres directos con el enclave que tiene incrustado en Armenia, la República Autónoma de Najicheván, que tiene una población de poco menos de 450.000 habitantes. Esto también daría al territorio principal de Azerbaiyán un acceso directo a Turquía en lugar de tener que pasar a través de Irán.
Se acaba de escribir una nueva página de una historia de idas y vueltas entre dos pueblos vecinos, sobre una región disputada y que, en vista a lo que ha sucedido a lo largo del tiempo, seguramente tendrá nuevos capítulos.