Desde el lunes el fuego atacó a varios poblados de la zona de Punilla. Después de días de trabajo, los focos se extinguieron pero dejó ciento de hectáreas de monte bajo las cenizas. Las lluvias registradas en la madrugada del miércoles ayudaron a bomberos a combatir las llamas. Desde el Gobierno Provincial informaron que el responsable fue un joven al querer preparar un café. El mismo ya está a disposición de la justicia, acusado de «incendio doloso». Aunque los propios habitantes de la zona descreen de está historia. Desde Cuchareándoos, fuimos al lugar de los hechos, preguntándonos ¿Que queda una fez que el fuego se va?.
“Federico nos espera a las dos” fue el mensaje que anunciaba el inicio del viaje. El intenso calor de los primeros días de la semana era solo un recuerdo. Como si fuera un acuerdo, el fin del fuego en las sierras también fue el fin del veranito en Córdoba.
El lunes a las once de la mañana se dio el primer aviso, nos contaba Federico. Él es uno de los vecinos de barrio Comechingones que desde el comienzo se puso a disposición para combatir la llegada de las llamas. “Perdí la noción del tiempo desde que empezó hasta que llegaron los bomberos. El fuego avanzaba muy rápido” nos cuenta un Federico que todavía muestra sobre su piel los raspones de un combate agotador.
Él pudo salir con sus elementos de trabajo y su perro, pero no mucho más: “creí que iba a tener tiempo para buscar mis cosas pero cuando volví el fuego ya estaba a metros de la casa. Se me prendió fuego todo”
Barrio Comechingones está al norte de Cuesta Blanca. Es un barrio registrado en el ReNaBaP (registro Nacional de Barrios Populares) de la Nación pero en continua disputa con la comuna por tratarse de tierras que diversos grupos inmobiliarios intentaron apropiarse para desarrollar sus proyectos económicos desconociendo a los habitantes de la zona. Ellos se definen como una comunidad que lucha por mantener el bosque nativo desde hace más de diez años.
“No nos fuimos del barrio, tenemos miedo de irnos y que al volver nuestras casas no estén” señala Yanina, una de las referentes de la asamblea barrial. Fue Yanina la que comenzó con el barrio cuando eran terrenos fiscales y de a poco comenzaron a poblarlo. A la fecha, a pesar de ser el primer barrio de la provincia registrado en el ReNaBap, desde la comuna aún no le han resuelto el acceso al agua potable. Hacen rifas y juntan fondos para poder instalar una manguera que acerque el agua a las casas del barrio.
El fuego del día lunes avanzó sin dar tregua. Alrededor de las cinco de la tarde llegó a rodear una parte del barrio. Fue en ese momento que Federico vio como ya no podría volver a su casa: “El fuego dio la vuelta por el basural de Tala Huasi, subió a la ruta y vino al barrio. Los bomberos se habían retirado, creemos que a combatir otro foco. Si hubieran estado acá podríamos haberlo combatido”
En total, fueron cuatro las casas alcanzadas por las llamas dejando perdidas totales. Hoy Federico duerme en la casa de una vecina. En cada oración, muestra una fortaleza envidiable: “Son pérdidas materiales. He tenido que volver a empezar varias veces en la vida, puedo hacerlo una vez más”
El martes, según el relato de los vecinos, se reactivaron los focos del barrio que avanzaron sobre otras viviendas. Focos que fueron atacados por los propios habitantes del barrio, de manera colectiva: “era impresionante ver como chicos de la zona venían en sus motos, traían agua y ayudaban con los chicotes a frenar el fuego, Los bomberos estuvieron tres días trabajando sin parar, son verdaderos héroes”
Cuando parecía que las pérdidas materiales iban en aumento, el avión y el camión de bomberos llegan y logran apagar las llamas a menos de un metro de una de las casas y a tres metros de otra. El esfuerzo de vecinos y bomberos salvó al barrio.
Mientras recorremos la zona, se puede ver como las cenizas quedaron reposando muy cerca de las paredes. Espinillos carbonizados, mesas de plástico derretidas, alambres caídos son los resabios de un fuego que tomó todo a su paso. También nos encontramos con los chicotes que quedaron como centinelas, a la espera de no ser necesarios pero listos. Estos chicotes están hechos de palos de escoba con trozos de tela humedecida en una de sus puntas. Son usados para combatir el fuego por la gente del barrio.
“Anoche soñé que estaba con el colchón acá, en medio de las cenizas” cuenta Yanina. Es que a pesar de que pasaron 48 horas desde el último foco activo, el olor a ceniza permanece en el aire. “Es como ese ruido de la heladera, que te das cuenta cuando se apaga. Pasa igual, cuando salís del barrio o te lo mencionan es que tomamos noción” comenta Annuka
El trabajo entre vecinos no solo logró parar el fuego del martes y evitar que esas casas se incendien. También quedó reflejado en la solidaridad: “La solidaridad de la gente es increíble. Recuperé la fe en la humanidad. Desde el martes que no dejan de llegar cosas” dice Federico mientras sonríe en el día de su cumpleaños, mostrando una campera donada. Las botellas y bidones de agua potable se acumulan a un lado de la puerta, en la casa de Yanina. Es en ese momento que suena una bocina. Es otro auto preguntando por los vecinos del barrio Comechingón: “Venimos a dejar agua y frutas”
Durante la charla, es increíble ver cómo están perdidos en los días. Les cuesta diferenciar cuando sucedió cada evento que te van contando. Es que el cansancio y la adrenalina de luchar por defender esa tierra que tanto les costó construir va pasando factura. Están cansados, y es comprensible: “Sabemos que no fu un perejil preparando un cafecito. No creemos en las historias del poder. Hay muchos intereses inmobiliarios” nos dice Federico mientras te pasa un nuevo mate. Razones para dudar no le faltan. Fue justamente un mes atrás que debieron apagar un incendio que se habría iniciado en la zona. Señalan que fue el dueño de una empresa constructora el responsable en aquella ocasión.
La comuna se acercó recién el día jueves para relevar la situación en el barrio. Ofrecen ayuda, pero los vecinos reclaman que es mucha la burocracia que deben completar para recibir un poco de la ayuda ofrecida: “Por suerte la comuna está dejando de lado la disputa que tenemos y deben entender que aunque nos prendan fuego, no nos vamos a ir. Nosotros no venimos a alambrar treinta lotes para vender diez. Venimos porque tenemos una necesidad real de vivienda” se defiende Federico mientras cuenta la conflictiva relación que mantienen con la comuna de Cuesta Blanca. Nos cuenta sus ganas de seguir, rodeado de lo que eran sus pertenencias, sentados en lo que era su cocina. Las predes llenas de cenizas, las chatas del techo dobladas por el accionar de un fuego que no tuvo piedad. Federico orgulloso cuenta como fue levantando lo que era su casa, hacia unas semanas había comenzado a trabajar en el baño. Solo llegó a darse tres duchas con agua caliente antes de que el incendio le llevara el trabajo de años de esfuerzo.
Los hidrantes y bomberos ya pasaron pero los habitantes quedan, en algunos casos a la intemperie, a la espera de un Estado que les de respuestas por el accionar de un fuego que no discrimina.