El 4 de octubre del 2020, el Papa Francisco publicaba la carta encíclica ‘Fratelli Tutti’ – ’Hermanos todos’, un texto en el que propone un programa de vida que intenta alumbrar el camino concreto a recorrer para quienes quieren construir un mundo más justo y fraterno desde lo cotidiano, la política y las instituciones. Fratelli tutti es la tercera encíclica de Francisco, después de Lumen fidei y Laudato si’, y es su pieza más política y social.
Una encíclica es el comunicado de mayor rango en el magisterio de un Papa. Fratelli Tutti está dividida en 287 puntos y ocho capítulos, y mientras Francisco la escribía se produjo la pandemia de coronavirus. Su nombre proviene de las “Admoniciones” de san Francisco de Asís, que usó esas palabras “para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio”. Al respecto, Francisco dijo: «La ofrecí a Dios en la tumba de San Francisco, de quien me inspiré, como en el anterior Laudato sí. Los signos de los tiempos muestran claramente que la fraternidad humana y el cuidado de la creación constituyen el único camino hacia el desarrollo integral y la paz, ya indicado por los Santos Papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II».
En 2019 el Papa y el Jeque Ahmed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar, firmaron el Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común, también conocido como la declaración de Abu Dabi. Tanto el texto como el encuentro influyeron en la redacción de la encíclica Fratelli tutti, cuenta Francisco en la introducción.
El primer capítulo se llama “Las sombras de un mundo cerrado” y es un análisis claro y muy crudo sobre el mundo actual. Se centra en las numerosas distorsiones de nuestra época: la manipulación y la deformación de conceptos como democracia, libertad o justicia; la pérdida del sentido de lo social y de la historia; el egoísmo y la falta de interés por el bien común; la prevalencia de una lógica de mercado basada en el lucro y la cultura del descarte; el desempleo, el racismo, la pobreza.
Destacaremos solo algunos fragmentos, puesto que se trata de la parte más extensa de la encíclica. Cabe mencionar, que el texto es muy ameno para leer y se consigue fácilmente, para quien le interese. Comienza diciendo: “La historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos”. Y sigue, “En varios países una idea de la unidad del pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales. Lo que nos recuerda que «cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos”.
A esta posición le contrapone la siguiente: “Abrirse al mundo” es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas. Se refiere exclusivamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países… Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones, porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos”.
Aquí ingresa el concepto del Fin de la Conciencia Histórica, que retoma varias veces durantes su papado. “Por eso mismo se alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos. En esta línea se situaba un consejo que di a los jóvenes: «Si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que ella les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que ella les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Son las nuevas formas de colonización cultural. No nos olvidemos que los pueblos que enajenan su tradición, y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y, finalmente, su independencia ideológica, económica y política. Un modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las grandes palabras”.
Siguiendo a Francisco, la acción de este modelo que impera en el mundo se manifiesta más fuertemente en la sociedad del descarte: “Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles””.
“Este descarte se expresa de múltiples maneras, como en la obsesión por reducir los costos laborales, que no advierte las graves consecuencias que esto ocasiona, porque el desempleo que se produce tiene como efecto directo expandir las fronteras de la pobreza. El descarte, además, asume formas miserables que creíamos superadas, como el racismo…”
A través del análisis de la cultura del descarte, Francisco analiza la globalización, la violencia, las guerras, las migraciones, el crimen organizado y hasta los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad de cada habitante del planeta. Un tratado magnífico, duro y triste. Sin embargo, a tantas sombras, el texto responde con un ejemplo luminoso, un presagio de esperanza: el del Buen Samaritano. El segundo capítulo, “Un extraño en el camino”, está dedicado a esta figura, y en él el Papa destaca que, en una sociedad enferma que da la espalda al dolor y es “analfabeta” en el cuidado de los débiles y frágiles, todos estamos llamados – al igual que el buen samaritano – a estar cerca del otro, superando prejuicios, intereses personales, barreras históricas o culturales.
Francisco usa un fragmento de la Biblia para ejemplificar: «Un maestro de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Entonces Jesús le dijo: “Has respondido bien; pero ahora practícalo y vivirás”. El maestro de la Ley le volvió a preguntar: “¿Quién es mi prójimo?”. Jesús tomó la palabra y dijo: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al mismo lugar, dio un rodeo y pasó de largo. En cambio, un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente, se acercó y le vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino. Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un albergue y se quedó cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos monedas de plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’. ¿Cuál de estos tres te parece que se comportó como prójimo del hombre que cayó en manos de los ladrones?” El maestro de la Ley respondió: “El que lo trató con misericordia”. Entonces Jesús le dijo: “Tienes que ir y hacer lo mismo». Y aquí Francisco agrega: “Esta parábola recoge un trasfondo de siglos. Poco después de la narración de la creación del mundo y del ser humano, la Biblia plantea el desafío de las relaciones entre nosotros… Dios cuestiona todo tipo de determinismo o fatalismo que pretenda justificar la indiferencia como única respuesta posible. Nos habilita, por el contrario, a crear una cultura diferente que nos oriente a superar las enemistades y a cuidarnos unos a otros”.
En los que pasan de largo hay un detalle que no podemos ignorar; eran personas religiosas. Es más, se dedicaban a dar culto a Dios: un sacerdote y un levita. Esto es un fuerte llamado de atención, indica que el hecho de creer en Dios y de adorarlo no garantiza vivir como a Dios le agrada.
Y aquí, Francisco hace un llamamiento a la acción que es maravilloso: “Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído”.
Jesús destaca, a propósito, que el hombre herido era un judío — habitante de Judea— mientras quien se detuvo y lo auxilió era un samaritano —habitante de Samaría—. Este detalle tiene una importancia excepcional para reflexionar sobre un amor que se abre a todos.
De esta manera, en el capítulo primero, las sombras que se expanden sobre el mundo, dejan heridos al lado del camino, que son puestos fuera, desechados. Las sombras hunden a la humanidad en confusión, soledad y vacío. Encontramos un extraño en el camino (Cap. 2), herido. Ante esta realidad hay dos actitudes: seguir de largo o detenerse; incluirlo o excluirlo definirá el tipo de persona o proyecto político, social y religioso que somos.
De ahí en más, la encíclica se propone la construcción de un mundo abierto y un ser humano que se realice en su entrega a los demás. Dios es amor universal, y en tanto ser parte de ese amor y compartirlo estamos llamados a la fraternidad universal, que es apertura. No hay “otros” ni “ellos”, sólo hay “nosotros”. En el capítulo 4 hay una gran reflexión sobre los migrantes: Queremos con Dios y en Dios un mundo abierto, sin muros, sin fronteras, sin excluidos, sin extraños, y para ello tenemos y queremos un corazón abierto. Vivimos una amistad social, buscamos un bien moral, una ética social porque nos sabemos parte de una fraternidad universal. Somos llamados al encuentro, la solidaridad y la gratuidad.
Y en el quinto capítulo, llega la defensa de la política, como unas de las más grandes posibilidades de transformación, y como herramienta para conseguir el bien común y universal. Dice que la política es una de las formas más preciosas de la caridad porque está al servicio del bien común. Y llama a realizar “una política con corazón abierto”, política para y con el pueblo, es decir, popular, con caridad social que busca la dignidad humana y es ejecutada por hombres y mujeres con amor político que integran la economía a un proyecto social, cultural y popular.
“También en la política hay lugar para amar con ternura. ¿Qué es la ternura? Es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. La ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes. En medio de la actividad política, los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen “derecho” de llenarnos el alma y el corazón. Sí, ellos son nuestros hermanos y como tales tenemos que amarlos y tratarlos”.
En el sexto capítulo realza al diálogo como el camino para lograr la amistad social. Comienza con una definición contundente: “Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar”.
Saber dialogar es el camino para abrir el mundo y construir la amistad social; es la base para una mejor política. El diálogo respeta, consensua y busca la verdad; el diálogo da lugar a la cultura del encuentro, es decir, el encuentro se vuelve estilo de vida, pasión y deseo. Quien dialoga es amable, reconoce y respeta al otro.
“Algunos tratan de huir de la realidad refugiándose en mundos privados, y otros la enfrentan con violencia destructiva, pero «entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación”.
Pero no basta con esto: tenemos que enfrentar la realidad de las heridas del desencuentro y establecer y recorrer, en su lugar, caminos de reencuentro. De esto trata el capítulo 7. “En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia”. Hay que curar las heridas y restablecer la paz; necesitamos audacia y partir desde la verdad, partir desde el reconocimiento de la verdad histórica, compañera inseparable de la justicia y la misericordia, que es indispensable para encaminarse al perdón y la paz. Perdonar no es olvidar; el conflicto en el camino hacia la paz es inevitable, pero no por ello es aceptable la violencia. Por ello la guerra es un recurso inaceptable y la pena de muerte una práctica que erradicar. Memoria, Verdad, Justicia y Misericordia como pilares para construir la paz.
El capítulo 8 plantea que las distintas religiones del mundo reconocen al ser humano como creatura de Dios, en tanto criaturas en relación de fraternidad. Las religiones están llamadas al servicio de la fraternidad en el mundo y ofrecen un aporte valioso para la defensa de la justicia en la sociedad.
Dice: “Los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad. Estamos convencidos de que «sólo con esta conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros». Porque «la razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad».
Y agrega, “Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás. […] La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado. No puede hacerlo tampoco la mayoría de un cuerpo social, poniéndose en contra de la minoría”.
Fratelli Tutti es una encíclica histórica, un análisis sociológico, filosófico, ético y moral de nuestro siglo XXI, a la altura de los más grandes tratados de época. Recomendamos su lectura completa. Para quien guste hacerlo, le compartimos un link: https://www.vidanuevadigital.com/wp-content/uploads/2020/10/FRATELLI-TUTTI_espanol.pdf