Casi como si se tratara de una maldición por haber sido la primera colonia latinoamericana en iniciar una revolución contra los colonizadores, y haber sido el primer país independiente de América Latina, Haití ha atravesado a lo largo de su historia catástrofes ambientales, brotes de enfermedades, invasiones de potencias mundiales, continuas luchas internas por el poder, pobreza extrema, cruentas dictaduras, violencia social y hasta el asesinato de presidentes. Todo esto hizo que hoy el país sea el más pobre de todo el hemisferio occidental.
Haití comparte la isla «La Española» con República Dominicana. Fue colonia francesa luego de que España le cediera la parte occidental de la isla por el Tratado de Rysmick, que puso fin a la guerra de la Liga de Ausburgo. Como colonia francesa se convirtió, en poco tiempo, en la más rica del siglo XVIII producto de la explotación de azúcar, café, índigo y algodón por el trabajo de aproximadamente 500.000 esclavos llegados desde África. Ese colectivo explotado, maltratado y sometido a grandes penurias, se tradujo en una causa increíblemente exitosa para la época.
La revolución haitiana fue radicalmente diferente a todas las demás que se produjeron en América Latina y el Caribe, ya que fue planificada y llevada adelante exclusivamente por los esclavos. La Gran Revolución de los Esclavos estalló en 1791 al calor de los acontecimientos que sucedían en Francia con la Revolución Francesa, bajo las consignas de igualdad y libertad. Jean Francois y Toussaint Louverture, cabecillas de la misma, afirmaban: «Sí, caballeros, somos tan libres como ustedes (…). Somos sus iguales, por derecho natural, y si la naturaleza se congratula asimismo dando una diversidad de colores a la raza humana, no es un crimen haber nacido negro, ni una ventaja haber nacido blanco”.
Finalmente, y luego de cruentas guerras, el 1° de enero de 1804 la rebelión triunfó, tras vecncer definitivamente a las tropas francesas comandadas por el General Leclerc, cuñado de Napoleón Bonaparte, que había sido enviado para tratar de sofocar la insurrección. Con la proclamación de la República de Haití, nació la primera república negra del mundo y el primer Estado independiente de América Latina. El héroe nacional y libertador fue el General Dessalines, quien proclamó: “Nuestras leyes, nuestras costumbres, nuestras ciudades, todo lleva aún las huellas francesas. … Osamos ser libres. Osemos serlo por nosotros y para nosotros mismos. Maldición al nombre francés…». Asimismo, estas ideas revolucionarias e independentistas, fueron tomadas como inspiración por otros grandes libertadores, como Simón Bolívar, que se encargarían de propagarlas al resto de las colonias americanas.
La revolución tuvo un enorme impacto para el resto de las colonias, desde México hasta el Cono Sur, teniendo entre sus ejes principales la libertad, propender una identidad latinoamericana y proponer una lucha activa contra la esclavitud, con medidas como la que disponía que cualquier esclavo que lograba llegar al territorio haitiano se volvía automáticamente libre.
No obstante, a nivel interno la sociedad haitiana comenzó a reproducir un esquema clasista donde las mismas masas de ex-esclavos iban a seguir siendo objeto de una explotación similar a la conocida bajo el yugo francés, esta vez por parte de las élites locales. La economía agrícola se retrasó, se produjo un incremento poblacional exponencial, la ausencia de innovaciones tecnológicas y la falta de ayuda internacional llevó a configurar un subdesarrollo económico. Sumado a ello, la independencia se hipotecó cuando el gobierno del presidente Jean-Pierre Boyer negoció con el rey Carlos X de Francia, una compensación de 150 millones de francos y prioridades para las exportaciones.
La historia política del país está marcada por la permanente inestabilidad, donde muchos mandatos no han logrado culminar su período, ya sea por golpes de Estado o directamente por asesinatos. Además, sufrió la invasión de los Estados Unidos en 1915 cuando, luego de poner fin a la guerra de Secesión y la anexión de Texas, Nuevo México y California, se lanzó a conquistar nuevos territorios. Esta política tenía como antecedentes la intervención en Cuba en 1902 y la anexión como Protectorado a Puerto Rico en 1905. En Haití estuvieron 19 años las fuerzas de ocupación estadounidenses, hasta 1934 cuando Franklin Roosevelt aplicó la política conocida como “del buen vecino” y retiró las tropas. No obstante, Estados Unidos mantiene aún hoy influencia sobre las finanzas, el comercio, la producción nacional y la vida política.
Luego de la ocupación, sobrevino una de las dictaduras más sangrientas en la historia latinoamericana: el ejército le dio el poder a François Duvalier en 1957, tras unas fraudulentas elecciones. También conocido como “Papa Doc”, Duvalier se apoyó en el ejército y fue aliado de Estados Unidos para contener el comunismo en el Caribe. Doblegó a las élites económicas y religiosas e instauró un régimen de terror con fuerzas para-estatales llamadas “Voluntarios para la Seguridad Nacional”. Antes de morir le delegó el mando a su hijo Jean-Claude, de solo 18 años, con una “presidencia vitalicia”. En 1986 se produjo el derrocamiento de la dictadura Duvalier tras casi treinta años de terror, debiendo “Baby Doc” huir y exiliarse en Francia.
La transición democrática llevó a una nueva Constitución en 1987, que instauró principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y un nuevo sistema político y económico que permitiría un nuevo Estado de Derecho y una democracia representativa. Pero tampoco trajo tranquilidad, ya que el principal candidato en las elecciones de ese mismo año, Gérard Gourgue, fue asesinado. Cierta estabilidad llegó en 1990 con el triunfo electoral del cura católico Jean-Bertrand Aristide, quien acogía la esperanza del pueblo de un cambio real, pero al poco tiempo fue derrocado por militares. El legado de los Duvalier seguía vigente y la dependencia del país de la ayuda extranjera se acentuaba cada vez más. En 1996 se llevaron adelante nuevas elecciones y resultó electo René Preval con un 88% de los votos, dándose la primera sucesión presidencial democrática y pacífica de la historia del país. Preval llevó adelante políticas neoliberales y estuvo alineado con los intereses Norteamericanos.
Aristide tuvo una segunda oportunidad en 2001 cuando ganó las elecciones con el 92% de los votos, con un discurso izquierdista y anti-colonialista. Realizó algunas reformas estructurales pero las mismas chocaron con las élites locales y los intereses extranjeros, en especial de Estados Unidos y Francia. Los paramilitares del Frente de Liberación Nacional de Haití, al mando del golpista Guy Phillipe, se sublevaron y tomaron puntos neurálgicos del país. Acorralado, Aristide tuvo que renunciar y abandonó la isla para exiliarse en Sudáfrica. Una vez más, un gobierno era derrocado y nuevamente las tropas de Estados Unidos y de Francia (más algunas latinoamericanas como las de Chile) ocuparon el país y establecieron un gobierno provisional al mando de Primer Ministro Gérard Latorture, un empresario que hacía décadas vivía en Florida.
Desde la salida de la dictadura duvelierista, Haití ha sufrido ocho golpes de Estado, 34 cambios de gobierno debido al cambio de primer ministro, cinco elecciones abortadas, tres intervenciones militares extranjeras y cinco misiones de la ONU para la estabilidad y la paz. La esperanza de la ciudadanía se ha desplomado y su último presidente, Jovenel Moïse, si bien fue electo por el 55,6% de los votos, la participación fue solo del 21%.
La inestabilidad política se volvió a recrudecer cuando en julio de 2021 Moïse fue asesinado. Fue una operación de carácter sicario en la que participaron más de 20 mercenarios llegados desde Colombia. Se cree que un grupo de oligarcas del país son los responsables intelectuales del magnicidio. Los mismos que acusaban al Presidente de corrupción por haberse quedado con fondos del Petrocaribe llegados de Venezuela, de haber suspendido las elecciones legislativas, de gobernar mediante decretos y de impulsar una reforma constitucional para permitir su reelección. Ariel Henry, un neurocirujano y político moderado, quien fue nombrado por Moïse como Primer Ministro unos días antes de su muerte en un intento por reducir las tensiones políticas, asumió el poder como presidente interino, pero ha sido objeto de numerosas críticas al estar sospechado de participar intelectualmente en el magnicidio.
Moïse no fue el único en correr esa suerte en su historia: Jean-Jaques Dessalines, libertador y héroe de la independencia, se proclamó Emperador y por esa actitud, Alexandre Petión y Henry Christophe, quienes también participaron de las revueltas, lo mataron en 1806. Luego fueron asesinados Cincinatus Leconte en 1912 y Vilbrun Guillaume Sam en 1915. Más cerca en el tiempo, Jean Bertrand Aristide fue objeto de varios atentados que no prosperaron. Es decir que los magnicidios en el país caribeño no es algo fuera de lo común, sino más bien un signo de su vida política.
Para completar una historia plagada de vaivenes políticos, en 2005 la ONU aprobó una nueva misión para la Estabilización de Haití que significó la llegada de tropas especiales de los Cascos Azules que ocuparon el país. A su vez, el Banco Mundial organizó un fondo de donantes de distintos países, que permitió que tuvieran aún más injerencias, influencias y control sobre Haití.
En las últimas semanas la situación ha vuelto a empeorar por las manifestaciones multitudinarias en contra del pedido de ayuda internacional por parte de Ariel Henry para enfrentar la grave crisis humanitaria y de inseguridad que afecta al país. Es decir, una posible llegada de tropas extranjeras para intentar controlar la situación interna. La población se opone porque no quieren repetir lo sucedido con los Cascos Azules de la ONU, cuyas tropas han sido acusadas de múltiples violaciones a mujeres haitianas y de ser responsables de un brote de cólera que dejó más de diez mil fallecidos. Las protestas han dejado varios muertos por la represión de las fuerzas policiales, sin embargo, los manifestantes están decididos a mantenerse en las calles hasta lograr la renuncia del Primer Ministro y presidente interino Henry. La furia se incrementó cuando el mandatario anunció que recortaría los subsidios al combustible para financiar al gobierno, una medida que duplicaría los precios.
La situación se agrava en el plano internacional. Haití comparte más de 400 kilómetros de frontera con República Dominicana, considerada como uno de los corredores terrestres más importantes del Caribe. En febrero, el presidente dominicano, Luis Abinader, anunció que construiría una “verja perimetral inteligente” de 164 kilómetros para impedir la inmigración ilegal y reforzar la presencia de fuerzas militares que garanticen la “seguridad fronteriza”. Un muro, a lo Trump con México. Estimaciones dicen que medio millón de haitianos viven en República Dominicana y la gran mayoría en forma ilegal. El presidente dominicano también anunció la mayor compra en equipamiento militar desde 1961.
El otro gran problema que arrastra este país caribeño son las continuas tragedias ambientales y sociales. En este sentido, la ONU ha alertado que la mitad de la población haitiana pasa hambre y la situación ya es calificada como una catástrofe humanitaria. El hambre se expresa con mayor crudeza en uno de los barrios más populosos de Puerto Príncipe, Cité Soleil, donde casi 20.000 personas tienen escaso acceso a los alimentos y, según la ONU, podrían morir de hambre. «La gravedad y el alcance de la inseguridad alimentaria en Haití están empeorando», alerta Jean-Martin Bauer, director del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Haití.
La extrema pobreza es consecuencia de la anarquía que se vive en el país. Incluso antes de la pandemia, tres cuartas partes de sus 11 millones de residentes vivían con menos de 2 dólares por día. A su vez, ocupa el puesto 170 entre 189 países, en el Índice de Desarrollo Humano, una clasificación de la calidad de vida de la ONU derivada de datos sobre esperanza de vida, educación, salud y otras variantes. Toda esta situación de vulnerabilidad ha hecho que los haitianos tengan una de las esperanzas de vida más bajas del mundo.
Desde que Moïse fue asesinado, las pandillas se han apoderado de una gran parte del país. La capital ha sido escenario de una ola de violencia entre pandillas que han quemado barrios enteros, amenazando a miles de familias que temen salir en busca de comida y agua. La delincuencia controla parte de la ciudad más poblada, y los secuestros para pedir rescate amenazan los movimientos diarios de los residentes. El líder de la pandilla “G9 y Familia”, es un ex oficial de policía y ha lanzado un plan para el futuro del país, incluso buscando escaños en el Parlamento, al tiempo que exige que la administración del Primer Ministro Henry le otorgue amnistía y anule las órdenes de arresto contra los miembros del grupo.
Para colmo de males, en las últimas semanas también se ha decretado un nuevo brote de cólera con más de treinta casos confirmados y más de doscientos sospechosos. Haití ya sufrió una ola de esta enfermedad en 2010, cuando las fuerzas de paz de las Naciones Unidas vertieron aguas residuales infectadas en un río, provocando miles de muertes. Los disturbios civiles y la precaria situación de seguridad, constituyen un obstáculo para contener el cólera y otras patologías como la malaria, el VIH, la tuberculosis o la poliomielitis.
La naturaleza también ha contribuido a empeorar el panorama. En 2010 se produjo uno de los terremotos más grandes de las últimas décadas que dejó al menos 200.000 muertos y severos daños en la infraestructura. Recientemente, en agosto de 2021 otro movimiento telúrico mató a más de 2.200 personas.
Con lo narrado es posible ver dos grandes problemas que acechan a Haití desde siempre: la extrema fragilidad política (interna y la intervención extranjera), como así también las condiciones naturales. Es por eso que se habla de la “maldición” de ser la primera colonia en rebelarse y el primer país independizarse en América Latina. Los haitianos y las haitianas, un pueblo de excelentes poetas, músicos, bailarines, pintores y artesanos, necesitan salir de esa maldición, tal vez con la ayuda de las deidades del vudú, tal vez con una ayuda internacional despojada de los intereses extractivistas de las grandes potencias occidentales. La historia le deparó a Haití una profunda inestabilidad política e institucional que se ha vuelto crónica, convertido en un escabroso laberinto del que cuesta ver una salida clara, al menos en el corto o mediano plazo.