Así como la canción de los Auténticos Decadentes habla sobre la incertidumbre, la duda, la ansiedad y el miedo, el mundo en el que estamos hoy transita por sentimientos muy similares a los que nos trae esa canción que ya es un himno. ¿Y por qué? Porque la visita de Nancy Pelosi, la líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos a la isla de Taiwán para visitar a la presidenta Tsai Ing-wen, puso en vilo a todo el planeta por la posibilidad de un posible conflicto bélico entre China y los Estados Unidos en esa parte del globo.
El tema toma dimensión por una cuestión geopolítica que comenzó allá por 1945, luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, China había sido invadida por tropas japonesas, que eran aliadas del nazismo y de los regímenes autoritarios. El territorio chino continental fue reconquistado por la Revolución Comunista en 1949 liderados por Mao Zedong, mientras que los republicanos nacionalistas, al mando de Chiang Kai-shek que no respondía a ese régimen, se refugiaron e instauraron su propio gobierno en Taiwán, una isla que está a sólo 180 kilómetros de la costa sureste china.
Como consecuencia de la confrontación vigente en esos años en el marco de la denominada “Guerra Fría”, la República China -o sea, quienes estaban en Taiwán- asumieron el lugar de ese país en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Este es el órgano que autoriza o no las invasiones o sanciones a todos los países que integran dicha organización internacional y que, como país vencedor de la Segunda Guerra Mundial, cuenta con el derecho de veto, o sea, la posibilidad de dejar sin efecto cualquier resolución de Naciones Unidas cuando la decisión pueda afectar sus intereses, como hace sistemáticamente Estados Unidos al vetar el ingreso de Palestina como miembro pleno de la ONU, por ejemplo.
En la década de los ´60, y a pesar de ser un régimen comunista, la República Popular China -es decir, quienes asumieron el poder en el territorio continental- tomó distancia desde un punto de vista político y cultural de las autoridades de la Unión Soviética y retomaron las relaciones con Estados Unidos, dando el puntapié inicial a ello, una serie de partidos de Tenis de Mesa entre los seleccionados chinos y yanquis, hecho conocido como la “diplomacia del ping-pong”. Gracias a esto la República Popular China tomó el asiento permanente como único representante de China en las Naciones Unidas, relegando a Taiwán. De este modo, tanto el eje que respondía al comunismo como también el capitalismo aliado a Estados Unidos pasaron a reconocer a Beijing como la “China oficial”.
Taiwán ingresó en un período de aislacionismo internacional ya que sólo quedó reconocida por muy pocos países en el planeta, entre ellos, el Vaticano y, en nuestra Latinoamérica, Paraguay, Honduras, Guatemala y Belice. Párrafo aparte merece considerarse que, a pesar de que casi todos los gobiernos mundiales no reconocen a Taiwán como legítima, sí sucede para las grandes organizaciones deportivas como el Comité Olímpico Internacional y la FIFA, que aceptan a las delegaciones taiwanesas en los respectivos campeonatos que organizan.
El conflicto actual está inmerso en la confrontación entre China y los Estados Unidos que pasó de ser estrictamente comercial, como venía sucediendo, para entrar a una fase de provocaciones militares. La paradoja es que EEUU, a pesar del viaje de una las personas que están la línea de sucesión presidencial, no reconoce diplomáticamente a Taiwán como el representante del pueblo chino.
En respuesta a la visita de Pelosi el gobierno chino ordenó una serie de maniobras militares alrededor de la isla. La llegada de Pelosi a Taipéi marcó un enorme despliegue mediático y militar por parte de los Estados Unidos, con el objetivo de continuar una serie de provocaciones, especialmente luego del acercamiento cada vez más estrecho entre Beijing y Moscú, producto de la guerra en Ucrania.
Pelosi rompió el pacto que llevaban China y Estados Unidos desde la década de los ´70 de no meterse en asuntos internos de ambos países y es la llegada del primer funcionario de mayor rango a Taiwán desde que en 1997, Newt Gingrich, por entonces Presidente de la Cámara de Representantes, pisara suelo taiwanés. La actual visita se configura hacia una militarización de las relaciones entre Beijing y Washington, traducida en la idea de una nueva política de los Estados Unidos sobre este territorio desde lo simbólico, con el acompañamiento de cazas militares al avión que llevaba a Pelosi, y desde lo discursivo ya que la Presidenta de la Cámara de Representantes al arribar a Taipéi declaró que “los líderes de Taiwán tienen nuestro apoyo y la promoción de una región Indo-Pacífico libre y abierta”.
La movilización del ejército chino es la más grande de la historia en esa zona y los ejercicios con el lanzamiento de cohetes se extendieron incluso aún más que lo que había sido anunciado. Las autoridades taiwanesas han denunciado que esas maniobras significan un “bloqueo marítimo y aéreo de la isla”, mientras que los chinos se defienden diciendo que “la República Popular de China es el único gobierno legítimo que representa a toda China y Taiwán, es parte inalienable de todo el territorio chino y entrometerse en sus asuntos es una violación de la soberanía”. Es por eso que unos de los objetivos que tienen los líderes del partido comunista chino, con Xi Jinping a la cabeza, es lograr el objetivo de reunificar la isla con el resto del continente para el centenario de la fundación de la República Popular en 2049.
Por estos días, la tensión fue aumentando cuando una decena de aviones de la fuerza aérea china pasaron la línea informal que hace de límite entre la isla y el continente, hecho que muy pocas veces había sucedido desde la separación de ambos territorios a mediados del siglo pasado. Días antes, Xi Jinping había advertido a los estadounidenses que “la voluntad del pueblo es inquebrantable y aquellos que juegan con fuego, ciertamente se prenderán fuego. Espero que la parte norteamericana entienda esto”. Además de las maniobras militares, también se han impuesto diferentes sanciones de tipo comercial a la isla de Taiwán, entre ellas, el cierre de importaciones hacia China de cítricos, productos pesqueros y un centenar de productos alimenticios que produce la isla y son comprados por Beijing. Pero el golpe que puede ser de gran repercusión para el gobierno taiwanés, es la prohibición de exportación de arena desde China, componente que es necesario para una de las industrias más importantes que posee Taiwán: la fabricación de chips, para tecnología celular, televisores y computadoras, como también para la confección de videojuegos.
La visita de Pelosi ha sido objeto de críticas, incluso por parte de mandatarios aliados norteamericanos. Por ejemplo, el presidente de Corea del Sur, país históricamente alineado con EEUU, ha rechazado la visita de esa delegación a tierras surcoreanas para evitar mayores tensiones en la región y especialmente con su vecino, Corea del Norte. También la ASEAN -la organización política que reúne a los principales países del sudeste asiático- se involucró en la situación al adherir explícitamente al principio de “una sola China”, contrariando lo afirmado por Pelosi y que hizo escalar las tensiones en los últimos días. La provocación por parte del poder político de los Estados Unidos con esta visita a Taiwán se enmarca en una estrategia por parte de los principales think thank (u organizaciones políticas partidarias norteamericanas) de convertir a Rusia y a China en parias internacionales. En primer lugar lo hicieron con Moscú, aunque a la larga se ha evidenciado que las sanciones occidentales a Rusia se han vuelto en contra de ellos, especialmente contra Europa que ya está sufriendo con la falta de gas ruso tanto para industrias como para hogares. Y ahora, con el caso chino, parecen estar siguiendo la misma política de aislar internacionalmente a las grandes potencias, ante las zozobras a nivel comercial, político y cultural que está sufriendo el gran imperio norteamericano.
Esta afirmación se corrobora con el hecho que Estados Unidos ha enviado hacia Taiwán los mismos tipos de armas que antes había enviado a Ucrania con el objetivo de “resistir una invasión”. Estamos hablando de misiles portátiles, baterías de artillería y hasta tanques de última generación. Además, la administración de Joe Biden desplegó en el Estrecho de Taiwán el portaviones Ronald Reagan, junto a otros navíos militares. La lógica norteamericana parece inducir a China a un conflicto con Taiwán, para luego imponerle sanciones a través de bloques multilaterales (G7, G20, etc), como sucedió con Rusia.
Lo que nos debe preocupar a todas y todos, en todo el planeta, es que una escala de las tensiones en esa región pueda tener serias consecuencias a nivel global, teniendo en cuenta que se enfrentarían directamente dos de las potencias militares más importantes del mundo, que tienen a su disposición armamento nuclear que puede poner en peligro a toda la humanidad. Por eso, más que un osito de peluche, estamos ante la posibilidad de que ese animalito tenga una bomba nuclear. Una situación que nos preocupa y nos tiene expectantes a todas y todos. Como lo comentó Antonio Gutiérrez, Secretario General de las Naciones Unidas, “la humanidad está a un malentendido, a un error de cálculo de la aniquilación nuclear”.