En la madrugada del 25 de octubre de 1991, y con solo 36 años, perdía la vida unas de las figuras más emblemáticas del folclore post dictadura: Ricardo Manuel Gómez Oroná, más conocido como Jacinto Piedra. Aquél sábado, su auto chocó contra un muro de cemento en las afueras de la ciudad de La Banda y así, Santiago perdía uno de sus hijos pródigos.
Si bien había nacido en Santiago del Estero, de joven se había mudado con su familia al conurbano bonaerense. Ahí entrecruzó sus raíces con las nuevas tendencias del rock y los cantautores que proliferaban por ese entonces. Se las rebuscó como artesano y siempre dudó de si volver a su Santiago natal, porque creía que su arte no sería bienvenido.
Fue Horacio Guarany quién lo escuchó y le dijo: “Desde hoy te llamarás Jacinto Piedra…”. Jacinto apareció en la escena santiagueña bajo la tutela de Cuti Carabajal, que lo presentó en el Festival de la Chacarera en el año 1983. También recibió el apoyo de otros músicos como León Gieco y Sixto Palavecino, que venía acogiendo a los jóvenes santiagueños más cercanos al rock. Don Sixto lo invitó a grabar «Te voy a contar un sueño» en uno de sus albumes.
Su primer disco fue «El Incendio del Poniente» y en su portada de fuego, su rostro quechua y la pilcha hippie ya se vislumbraba algo distinto. Para 1985 fue convocado por el Chango Farías Gómez para ser parte del mítico grupo Músicos Populares Argentinos (MPA), un grupo a 5 voces con una búsqueda musical totalmente innvoadora. Después de dos discos, Jacinto y Peteco parten para unirse a Juan Saavedra en un nuevo proyecto: Santiagueños.
Primero con MPA, pero sobre todo con Santiagueños, Jacinto Piedra y Peteco Carabajal revolucionaron la música folclórica argentina, acercando a miles de jóvenes al género. Los caracterizó el abordaje de temáticas más actuales así como la incursión en nuevos ritmos y una composición instrumental innovadora.
Cuando tuvo el accidente, estaba armando un dúo nuevo junto a Horacio Banegas. Lo velaron en su casa ante una multitud que armó una suerte de peña con música y bebidas, mientras que pasaban grandes músicos y Peteco hacía sonar su violín. Años después, Horacio Guarany le compuso una canción que empieza así:
«La primavera
Llorando está.
Nunca,
Yo se qué nunca
Su voz de pájaro
Se callará.
Porque esa voz no muere…
¡Nunca morirá!
Vivirá en el rescoldo
De la eternidad…
Vivirá con su pueblo
Que no lo olvidó.»