Julieta es fotógrafa, hincha fanática de Belgrano (club donde además se desempeña como gestora cultural) y participa de la Red Belgrano Feminista y Futboleras Organizadas. Sus inicios en la fotografía están ligados al paisaje de su infancia: “empecé a hacer fotos en el cementerio, de ahí el apodo. Yo me crié acá…” explica señalando en dirección al Cementerio San Jerónimo, y agrega: “porque mi abuela vive ahí al frente”. Poco a poco fue integrando otros intereses: marchas, recitales, mujeres en la cancha. Además, participó de “Cuerpas reales, hinchas reales”, un colectivo fotográfico desplegado en 10 países que visibilizan a mujeres y disidencias hinchas de diferentes clubes de fútbol.
Pero en su historia hay un punto fundacional: Julieta lleva en su cuerpo la marca de una operación a corazón abierto que de niña tuvo que realizarse. Ese nudo determinante en su historia fue el motor de una de sus propuestas fotográficas: desde el 2018 retrata cicatrices de mujeres que atravesaron una operación a causa de alguna cardiopatía congénita. Este proyecto, que nombró “Des-Marcarse”, la llevó a repensar y cuestionar la visibilidad que tienen los cuerpos marcados con cicatrices.
-¿Por qué te operaron?
-Yo nací con cardiopatías congénitas. Si bien de chiquita anduve más o menos bien y parecía que no me iban a tener que operar, que estaba todo controlado… de golpe dejó de estar controlado… Y me hicieron una cirugía a corazón abierto. Me operaron en septiembre del 99. Ahí me corrigen una estenosis pulmonar, donde tenía un estrechamiento de la válvula que lleva sangre a los pulmones, y una comunicación entre los ventrículos.
-¿Cómo te llevas con tu cicatriz?
-Ahora bien, pero fue un proceso. Yo tenía cicatrización queloide, por lo que era rosa, ancha, gruesa, con relieve. Eso siendo adolescente era complicado. Era un espanto ser adolescente en los 2000, donde tenías que ser como Luciana Lopilato. Yo era escuálida por mis problemas cardíacos, tenía una cicatriz gigante en el medio, usaba aparatos… Entonces lo que hice fue a ir a un dermatólogo conocido por mi familia que me dijo que las cremas no servían mucho, y que las cirugías no tenían sentido. Me dice: “comprá corticoide, yo te inyecto”. Fui a la farmacia del frente, desesperada, a comprar una ampollita, e iba cada 15 días, y me clavaba una aguja en la cicatriz inyectando corticoide. Después me retocó manual. Hoy lo pienso de otra forma, pero en ese momento era complicado tener la cicatriz.
-Con el tiempo la cicatriz empieza a naturalizarse…
-Sí, y ya después, cuando empecé a sacarme fotos, yo ya estaba re en una. La mostraba, me sacaba fotos, la subía a las redes sin un objetivo claro.
En el relato de Julieta, el peso que en la adolescencia se vive por cargar con una marca visible en el pecho, que te señala como paciente de una cardiopatía ante todo aquel que la ve, con el paso a la adultez comienza a tomar otro significado. Los procesos hacen que el sentido de la propia experiencia y apariencia cambie constantemente. En ese mismo proceso, la fotografía cobró un rol fundamental. Así nos cuenta Julieta Cementerio el inicio de su proyecto Des/marcarse.
-¿Cómo empezaste a fotografiar cicatrices?
-Cuando empecé a estudiar foto, por el 2008, y a medida que fui comprando mis primeras cámaras, en ese proceso cada tanto me hacía autorretratos, probaba, experimentaba. Después, para cada aniversario de mi cirugía me hacía alguna foto y la subía a las redes. Pero fue recién en 2018 que empieza a tomar otra forma. Ese año me voy a Mendoza un fin de semana, a Potrerillo. Y cuando llegué ahí le dije a quienes me acompañaban, “che, no sé si yo puedo hacer esto, porque tengo tal y tal cosa”, tiré así al aire. Y otra de las pibas que había viajado me dijo “yo también”. En ese viaje le saqué fotos. Cuando volví a Córdoba, las edité y se la mandé. Y ahí me picó el bichito. Después le pregunté a una de mis amigas, Flor, que tiene dos operaciones, una de ellas de bebé, si quería que la retratara, y se tomó un avión de inmediato desde Buenos Aires. Y de ahí nos fuimos a ver a Mili, una amiga de ella, en Río Tercero.
-¿En qué momento empezaste a sistematizar esto y convertirlo en un proyecto concreto?
-En el proceso, mientras fue sucediendo. Hoy haría de nuevo esas primeras fotos, porque cuando empecé no sabía qué carajo quería preguntar, o cómo sacar. Nunca había hecho fotos de ese estilo, además. No era mi zona de confort.
-¿Cómo fueron apareciendo las otras mujeres fotografiadas?
-Lo que hice después de sacarles a ellas dos fue armar una convocatoria por redes. Eso me obligó a pensar qué es lo que buscaba ¿niños?, ¿adultos?, ¿hombres?, ¿mujeres? Me puse a buscar mujeres y a estudiar. Leo un montón y me informo. Ahí doy con que en Argentina nacen 7000 niños al año con cardiopatías ¿cómo puede ser entonces que no conozcamos más? Entonces abro esa convocatoria, buscando mujeres que vivan en Córdoba Capital o alrededores y que tengan una cirugía a corazón abierto por cardiopatías congénitas.
-¿Cómo fue el contacto con otra mujeres que pasaron por historias parecidas a la tuya?
-Mi primera pregunta es si puedo ir a su casa, así se genera un ámbito de confianza. Quise hacer eso en Buenos Aires y me sacaron cagando, ¡esa no me la esperaba! Entonces voy a su casa y desayunamos o almorzamos, o me esperan con porro y Coca Cola, como me sucedió y salieron algunas de las mejores fotos. Y ahí es… “bueno, hablemos, ¿qué tenés vos? ¿Cuándo te operaron? ¿Quién es tu médico? ¿Tomás medicación?…” Cuando todo eso fluye, saco la cámara.
Ese mismo proceso cuenta hoy con más de 10 mujeres fotografiadas, todas jóvenes-adultas. Actualmente retomó esta serie para continuar ampliando el proyecto.
-Lo que descubrí es que no me interesaba retratar las cicatrices, sino que lo que quería era mostrar cómo es vivir con una cardiopatía y que, al ser algo invisible, podía contarlo a través de las fotos de las cicatrices.
-¿Cómo reaccionan frente a la cámara?
-Mirá, primero les pregunto a ellas si anteriormente se habían sacado fotos de su cicatriz o si habían mostrado abiertamente su pecho. Porque es, para mí, un proceso. Al principio siempre algo de cosa te da. Y después va cambiando. Tuve retratadas que habían sido operadas recientemente, y en ellas sí había un poco de necesidad de esconder la cicatriz. Hay que entender también que las cicatrices te llevan a un lugar doloroso o traumático, que deja marcas. Entonces hay que procesar.
Sobre la piel el cuerpo narra alguna de sus vivencias más profundas. Las marcas surcan territorios evidenciando que allí debajo hay una historia, muchas veces dolorosa y pocas veces contadas. Los retratos de Julieta muestran piel y cicatrices, pero también experiencias, miedos y vergüenzas que se vuelven visibles a través de su lente. Por ello su obra resulta sumamente necesaria.
-¿Por qué Des/marcarse?
-El proyecto estuvo mucho tiempo sin nombre, mientras tanto lo iba haciendo. Hasta que en un momento mi madre logró entrelazar algunos conceptos, y unir esta cuestión entre el fútbol y la cicatriz. Y ahí salió “Des/marcarse” ¿Para qué te sirve desmarcarte? Para avanzar, para correrte de esa cicatriz, de ese suceso que repercute en tu vida y en la de toda tu familia, amigos, pareja… entonces es pensar en cómo moverte para seguir avanzando y no quedarte ahí.
En el recorrido de la entrevista, entre anécdotas de su historia clínica y su profesión, aparece como eje la importancia de la mirada responsable de la medicina. En sus diálogos con mujeres, y desde su propia experiencia, resalta como hecho fundamental la necesidad de humanizar el trato que permita una vida más amable para quienes viven con algunas afecciones en su salud. Una anécdota que le ocurrió recientemente a Julieta, expresa exactamente esta problemática que viven muchos pacientes.
-Hace un par de años fui al Hospital de Niños por un evento para el Día del Corazón. Ahí mi médico me presentó a otra médica muy prestigiosa de esta ciudad. Yo ese día había ido con un vestido que se me veía la mitad de la cicatriz. Y cuando esta médica me ve me dice “¡qué fea esa cicatriz!”. Yo me quedé helada primero. Y mi respuesta fue “¿cómo que horrible?, mi cicatriz es hermosa”, y se la señalé. Mi primer pensamiento fue “pobres tus pacientes”. Después, cuando tuve que pasar al frente a mostrar mis fotos frente a la comunidad médica, les pude decir: “ustedes no operan corazones, ustedes operan personas que tienen que volver a su casa, y reintegrarse a su vida. Sean amables, no nos deshumanicen…”
-¿Para qué te sirvió a vos todo este proceso de conocer a las mujeres que retrataste?
Primero para conocer a otras mujeres que también vivieron y transitan situaciones similares. Pasar de estar viviendo todo el tiempo con algo invisible para los demás, que nadie sabe, a estar en contacto con otras personas y poder preguntar cómo están o contar como esta una. Personas que te entienden si te falta el aire, si no podes subir las escaleras… esta bueno encontrarte con otros y sentirte reflejada. Saber que hay alguien que sí te entiende, que no te va a tratar de exagerada.
-¿Y al revés, conocer a estas mujeres, cómo influyó en tu obra o en lo que pensás de esta serie de retratos?
-Yo pienso “¿Qué hubiese pasado si yo cuando era adolescente veía cicatrices y me veía reflejada en los medios de comunicación?”. Seguramente yo hubiera sido más amable conmigo, no me hubiese hecho tratamientos como clavarme una aguja gigante en la cicatriz. Pero esta última ola del feminismo, algunos cambios en los medios y la representación de las mujeres y las disidencias ayuda mucho a pensar diferente. Sin embargo, yo veo campañas y si bien hay distintos cuerpos, nunca les veo cicatrices ¡y me embola, me cago de odio! Yo también me quiero poner un vestido o un corpiño de encaje y sentirme bien.
-No está muy visibilizado que los cuerpos pueden tener cicatrices…
-Claro. Y cuando hice la primera publicación en 2019 me acuerdo que mucha gente me empezó a escribir, incluso madres que pudieron mostrarle a los hijos esos cuerpos. Hubo una piba, que tiempo después retraté, que compartió mis fotos contando su historia, diciendo que de niña fue operada en Buenos Aires y que andaba contenta mostrando su cicatriz, hasta que entró al primario y todos empezaron a señalarla como diciendo “¡qué asco!”. Así atravesó el primario, llorando, queriendo no tener más esa cicatriz. Después a los 18 sus padres le preguntaron si quería hacerse una cirugía estética y ella dijo que no. Por eso te decía antes que se trata de un proceso.
-¿Cómo continúa este proyecto?
-Sí, saqué fotos el jueves pasado. A una piba que me escribió por Instagram que googleando, porque quería hacer algo de ese estilo, me contactó. Por otro lado quiero ampliar. En un momento hice hincapié en mujeres porque es lo más cercano a mi experiencia. Pero en alguna instancia sí tal vez ampliar a varones o infancias, que son otras historias, otras experiencias. Para mí es un proyecto interminable, que puede seguir mucho tiempo más.
En plena pandemia, Julieta convocó a las mujeres retratadas a que escribieran su experiencia. Convocó además a la hija de su cardiólogo y a su propia madre. Conjugando estos textos con sus retratos armó “Cicatrices y corazones”, revista digital que invitamos a que conozcan, para adentrarse en parte de la obra de esta fotógrafa cordobesa.