El 17 de febrero de 2008, el gobierno de la región de Kosovo proclamó de manera unilateral su independencia de Serbia, hecho que produjo una reacción en forma dividida en la esfera internacional ante una situación que se presentaba como problemática desde el punto de vista social, político y legal. Desde entonces, esa parte de Europa ha estado en un conflicto solapado que pareciera haber tomado calor nuevamente en las últimas semanas.
Kosovo tiene altísimos índices de pobreza, una desigualdad generalizada, el desempleo ronda el 30% y existen grupos de crimen organizado que trafican drogas y armas, trata de personas y tráfico de órganos humanos, hechos que lo convierten casi en un estado fallido. A pesar de los problemas, los kosovares consideran a Estados Unidos como los fundadores de su Estado y tienen los mayores niveles del mundo de imagen positiva respecto a ese país, ya que fueron quienes les facilitaron el camino para declarar la independencia.
En Pristina, la capital, se pueden encontrar tiendas de ropa llamadas Hillary; son muy comunes nombres como “Klinton” o Toni (por el ex primer ministro británico Tony Blair); casas, restaurantes, edificios públicos y hoteles han sido construidos como imitaciones a la Casa Blanca y otros edificios emblemáticos; hay un boulevard con el nombre George Bush y una de las principales avenidas de su capital se llama Bill Clinton. También es posible encontrar estatuas de Clinton, Hillary, Bush y otros congresistas norteamericanos desparramadas por diferentes localidades de Kosovo.
El periódico británico The Guardian en 2018 denominó a Kosovo como el 51° Estado de los Estados Unidos en virtud de esa atracción, fascinación y agradecimiento para con el país de América del Norte. Los consideran sus “amigos occidentales”: hay banderas estadounidenses en calles, casas, negocios e incluso edificios públicos. Su primer presidente, Ibrahim Rugova, terminaba sus conferencias de prensa con las habituales palabras de políticos norteamericanos “Dios bendiga a Estados Unidos”.
Todo esto cobra especial relevancia ya que Kosovo se trata de un enclave que cuenta con bases militares establecidas por la OTAN en 1999. Su importancia geopolítica radica en que es una forma de presionar, amenazar y cercar a Serbia, y por supuesto, a Rusia, ya que son históricos aliados. Es en territorio kosovar donde se encuentra la base militar estadounidense más grande del mundo, llamada Camp Bondsteel en homenaje a un héroe de guerra de Vietnam.
A pesar de haber declarado su independencia en 2008, la gran mayoría de los países del mundo y la ONU no reconocen a Kosovo como un Estado independiente. Sí lo hicieron los países Unión Europea y algunas potencias como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia. Otros países de relevancia política internacional como Rusia, China y la India no lo hacen, incluso Argentina tampoco lo ha reconocido independiente y, en algunos momentos, hubo un acuerdo mutuo en el reclamo argentino por Malvinas y el serbio por Kosovo.
La región de Kosovo abarca una superficie aproximada de casi 11 mil kilómetros cuadrados, cuenta con una población que ya supera los 2 millones de personas y una historia cargada de conflictos étnicos, religiosos, políticos y sociales, que se recrudecieron especialmente luego de la disolución de Yugoslavia. Esta pequeña porción de tierra es capaz de producir hechos de enorme trascendencia para todo el continente europeo.
Las tensiones solapadas desde la finalización de la guerra de Kosovo, han tenido una escalada en los últimos meses ante la medida del gobierno kosovar de exigir a las personas serbias residentes en el norte portar en los automóviles patentes locales, como así también la prohibición de portar documentos de identidad serbios. Ante las protestas sociales por los afectados, las autoridades fronterizas llevaron adelante un cierre de los cruces entre Serbia y Kosovo. Asimismo, analistas internacionales han advertido que una profundización de la crisis podría llevar a un conflicto bélico cuyas consecuencias podrían extenderse a una Europa aún convulsionada por la guerra en Ucrania.
Desde las máximas autoridades serbias, se opusieron a esas medidas y denunciaron que los líderes de Kosovo, con el Primer Ministro Albin Kurti a la cabeza, estaban planificando un ataque contra la población serbia, mientras que la OTAN anunció que estaba preparada para “intervenir si se pone en peligro la estabilidad en el norte de Kosovo”. Aleksandar Vucic, el presidente Serbio, como así también la representante de la ONU para esa región, indicaron que trabajarían para aliviar las tensiones y hacer un llamamiento a la paz. Ante ello, las máximas autoridades de Serbia y de Kosovo, con la mediación de la Unión Europea, lograron un acuerdo mediante el cual se deja sin efecto esa medida por un mes, buscando aliviar las semanas de creciente inestabilidad.
El conflicto que hoy subyace es de vieja data. El 24 de marzo de 1999, de manera unilateral y sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, fuerzas militares de la OTAN, bajo el mando de Estados Unidos, comenzaron a atacar a Serbia. Durante aproximadamente 78 días descargaron más de dos mil misiles y catorce mil bombas sobre el territorio serbio.
Las consecuencias fue la destrucción de infraestructura de transporte (aeropuertos, autopistas, carreteras, puentes, vías férreas, estaciones de ferrocarril y de autobuses), energética (refinerías de petróleo, centrales hidroeléctricas y termoeléctricas), estaciones de comunicaciones, industrias, centros sanitarios, centros educativos, edificios residenciales, patrimonios culturales y edificios gubernamentales.
Pero además, se demostró que las bombas de la OTAN contenían uranio empobrecido y plutonio, y convirtieron tanto a Serbia como Kosovo, en las regiones con más muertos por cáncer en todo el continente europeo. A todo el trauma de la guerra, se sumaron la pobreza y el deterioro de la situación económica posterior a la ofensiva de la OTAN. Situación que se agravó debido al bloqueo internacional que sufría Serbia desde 1992 cuando comenzó la disolución de la ex Yugoslavia.
En los Balcanes se han sucedido regularmente esta clase de guerras fratricidas, motivadas por la multinacionalidad existente. Así, en casi todas las repúblicas yugoslavas -excepto Eslovenia- la diversidad era común. Tras la separación de Yugoslavia, las tensiones al interior de cada frontera se trasladaron hacia enfrentamientos entre mayoritarias y minorías nacionales.
El 12 de junio de 1999, Slobodan Milosevic, el presidente serbio, aceptó un cese al fuego con la retirada de 40.000 hombres del ejército y que las tropas de la OTAN -alrededor de 50.000 soldados- ingresaran en Kosovo, lugar que hasta el día de hoy no han abandonado. Por su parte, la ONU estableció la denominada Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas para Kosovo (UNMIK) con el objetivo de administrar provisionalmente la región y garantizar un gobierno autónomo. Esto fue gestando el deseo de independencia del nacionalismo albanokosovar, que se concretó en febrero de 2008 cuando la Asamblea de Kosovo promulgó una declaración unilateral de independencia, a pesar de las objeciones de Serbia que considera la zona como parte indivisible de su territorio.
UN POCO DE HISTORIA
La República Federativa Socialista de Yugoslavia se conformó como Estado luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y como resultado de la lucha antifascista de los pueblos de la región, dirigidos por el Partido Comunista de Yugoslavia contra los invasores nazis y sus aliados tanto húngaros, búlgaros como albaneses. Esa unión les permitió, a partir de 1946, crear un nuevo Estado con ideales opuestos al régimen anterior y asentados en las ideas socialistas: fue expropiada la gran propiedad privada como así también los capitalistas inmobiliarios y fue nacionalizada la banca y el comercio exterior.
En esa primera fase se logró contener la cuestión de las nacionalidades especialmente mediante la creación un Estado de carácter federal y democrático en el cual todas las naciones gozaban de iguales derechos, incluidas las provincias de Vojvodina -de mayoría húngara- y de Kosovo -con mayoría albanesa- al interior de Serbia. Situación muy distinta a lo acontecido desde la finalización del siglo XIX y principios del XX, donde los pueblos balcánicos habían sido despedazados por los grandes imperios con la complicidad de las élites locales que promovían pequeños Estados luego del Congreso de Berlín de 1878, disputas inter balcánicas como las Guerras de 1912 o reinos antibolcheviques y conservadores, como el reino de Serbia, luego de la Primera Guerra Mundial.
Ese proceso de descentralización en el marco del “socialismo de autogestión” tuvo lugar hasta la década de los ´80 en que se produce un hecho significativo: la muerte de Josep Broz “Tito”. El Mariscal fue el líder político que llevó adelante la transformación política, económica y social de Yugoslavia y logró concentrar en su persona la unidad nacional. Con su desaparición física y con motivo de que Yugoslavia se conectó mucho más con el mundo capitalista occidental, la crisis del sistema pegó de manera muy marcada, con fuertes crisis económicas. Durante los ´80 se aplicaron las recetas ortodoxas del Fondo Monetario Internacional para estabilizar la economía, como recortes al gasto público y freno al desarrollo económico, lo que llevó a índices inflacionarios récords y se dañó la economía y el tejido social yugoslavo.
Con la Unión Soviética cada vez más debilitada a través de reformas políticas y económicas hacia la economía de mercado, dentro de Yugoslavia comenzaron a cobrar fuerza movimientos nacionalistas separatistas que se enfrentaron al gobierno y su intención de mantener el país unido.
Este proceso culminó a comienzos de la década de los ’90 con las guerras de desintegración yugoslava, creándose cinco unidades políticas: Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina que surgieron como formaciones estatales independientes, mientras que Serbia (Kosovo dentro de esta) y Montenegro continuaban unidas, dejando tras de sí cientos de miles de muertos. El problema nacional de la provincia de Kosovo si bien en un primer momento quedó solapado, estalló definitiva y cruentamente a fines de la década con la operación de la OTAN.
Serbia tiene una población mayoritaria de etnia serbia, pero existen dos importantes minorías: al norte en la región de Vojvodina un importante número de húngaros, mientras que, en el sur, la provincia de Kosovo está habitada por mayoría de albaneses. Kosovo es una región que tanto serbios como albaneses reclaman como parte de su linaje. Los serbios, aducen que es allí donde se originó su cultura, convirtiéndose en el primer Estado serbio en la Edad Media, siéndole arrebatada por los otomanos a manos del sultán Murad I en la batalla de Kosovo Polje o Campo de los Mirlos en 1389, cuando comenzó una dominación otomana de casi quinientos años. Mientras que los albaneses se consideran descendientes de los ilirios, un grupo étnico que habitó esa zona desde tiempos inmemoriales y donde, ya en el siglo XIX, surgió el movimiento nacional albanés que derivó en su independencia en 1912 en la Primera Guerra Balcánica.
La larga dominación otomana hizo que la mayoría de la población eslava se fuera convirtiendo al islam. A su vez, la derrota de tropas austrohúngaras en manos de los otomanos en el siglo XVII, posibilitó que la población serbia, encabezada por el patriarca ortodoxo Arsenije III, huyera de la región en un hecho conocido como la Gran Migración, y llevó a que Kosovo se convirtiera en un enclave de predominio étnico albanés, aunque se mantuvieran las minorías cristianas.
La población albanesa quedó dividida entre Albania, independiente desde 1919 y el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos liderado por el rey Alejandro I Karađorđević de Serbia, desde diciembre de 1918. Desde el gobierno monárquico de Belgrado se planificaron intentos de colonización serbia de Kosovo, pero no tuvieron éxito. Posteriormente, el rey Alejandro estableció una dictadura monárquica en 1929, suspendiendo la constitución, y cambiado el nombre del país por Reino de Yugoslavia, con la idea de aglutinar a todos los “eslavos del sur”, y hacer desaparecer las nacionalidades de la región. Finalmente, en 1934 el rey fue asesinado en Francia por un terrorista macedonio contratado por una sociedad secreta fascista croata, llamada ustasha, cuyo máximo objetivo era separarse del dominio serbio.
En abril de 1939, Hitler invadió Yugoslavia ocupándola en pocos días. El territorio fue dividido, y así, Eslovenia se repartió entre alemanes e italianos, Hungría recuperó la provincia de Vojvodina, Croacia se convirtió en un Estado fascista independiente junto a Bosnia-Herzegovina, Bulgaria anexionó Macedonia; Italia, Dalmacia y Montenegro; Kosovo fue transferida a Albania, mientras que el territorio serbio, quedó bajo la influencia alemana. El rey Pedro y su gobierno, huyeron y se refugiaron en Londres.
Los albaneses fascistas junto a tropas de la Italia de Mussolini persiguieron, expulsaron y asesinaron alrededor de doce mil civiles serbios en Kosovo, mientras que en Croacia, fue obra de las tropas de la ustasha que hicieron una limpieza étnica enviando a campos de concentración a serbios, judíos, gitanos y croatas antifascistas. No obstante, hubo también una resistencia albanesa de grupos antifascistas liderados por el comunista Enver Hoxha, que luchó en contra de los aliados del Eje.
Fue en esos momentos en que surgió la figura de “Tito”, que desde temprano comenzó una insurrección contra los invasores, siendo proclamado jefe de ese movimiento denominado partisanos: una guerrilla compuesta por integrantes de todas las nacionalidades yugoslavas. Su éxito, llevó a que fuera nombrado en noviembre del ´43 como Mariscal de Yugoslavia. El movimiento rápidamente se declaró no sólo de resistencia, sino revolucionario y cuyo objetivo era el de establecer un gobierno comunista.
El Mariscal fue promotor de que el nuevo gobierno debía estar conformado por una “unión voluntaria de pueblos separados” abogando por una política yugoslavista, bajo el eslogan de “Fraternidad y Unidad”. El Ejército Rojo de la Unión Soviética liberó Belgrado en octubre de 1944, y sumado a la obra de los partisanos, lograron expulsar a los invasores. Con la implantación del nuevo gobierno, comenzó rápidamente una revolución socialista y la unión de todas las nacionalidades producto del accionar partisano y bajo el liderazgo de la figura de Tito.
Con posterioridad comenzó un proceso de descentralización de las provincias, que desembocó en la Constitución de 1974 que fortaleció sus autonomías. En el caso de Kosovo, esta política posibilitó nuevamente la educación en lengua albanesa, se abrió una universidad en ese idioma, como así también instituciones culturales albanesas. No hubo mayores inconvenientes durante esos años, hasta que falleció Tito. Tras su muerte comenzaron los reclamos en Kosovo, con grandes disturbios y manifestaciones donde se pedía por la autodeterminación y el establecimiento de una república kosovar. A su vez, se empezó a perseguir a los serbios para que abandonen el territorio.
Como respuesta, el estatus de provincia autónoma se interrumpió cuando el gobierno de Milosevic decidió, en junio de 1989, quitarles la autonomía otorgada en 1974, que disponía incluso un veto en el parlamento nacional, la prohibición total del uso oficial de la lengua albanesa y la encarcelación de los nacionalistas albaneses.
Durante los años 90, las fuerzas kosovares intentaron obtener la independencia de Serbia en forma pacífica mediante el apoyo diplomático mundial. En julio de 1990 declararon su independencia, pero no fue reconocida ni por Serbia, ni por la ONU, ni la Unión Europea, quedando bajo un fuerte control por parte de Belgrado. En 1997 el gobierno de Milosevic entró en crisis producto de la situación económica derivada de la altísima inflación y el bloqueo económico, lo que llevó a grandes manifestaciones en su contra. A esto se sumó la rebelión en Albania y las incesantes actividades del Ejército para la Liberación de Kosovo que llevó adelante ataques y atentados contra autoridades. En ese contexto empezó a tener participación tanto Estados Unidos como la OTAN.
El gobierno de Milosevic atacó a los guerrilleros albaneses con sus fuerzas militares y grupos paramilitares. Estados Unidos apoyó esta política en un primer momento y habilitaron a las tropas serbias a que reprimiera con fuerza a la guerrilla albanesa para erradicar a los radicales que impedían el desarrollo positivo de las negociaciones entre Belgrado y Pristina. Pero a comienzos de 1998, Estados Unidos cambió su postura y comenzó a apoyar a los miembros separatistas kosovares al mando de Hashim Thaci, un joven revolucionario que permitía un mayor grado de manipulación para los intereses del gobierno de Bill Clinton.
Milosevic pasó a ser el dictador a quien había que derrocar, acusado de violaciones a los derechos humanos por la represión y la limpieza étnica cometida en Kosovo, mientras que las milicias albanesas eran ahora quienes luchaban por la liberación del pueblo albanokosovar. Estados Unidos sostenía que la OTAN tenía por sí misma la legitimidad para accionar en el conflicto por razones humanitarias, poniendo en claro que un posible veto de Rusia o China no impedirían la intervención en la región. Así se dejaba de lado a la ONU y se desviaba la atención de los problemas internos de la administración Clinton, sacudida en ese entonces por el escándalo Lewinsky.
A comienzos de 1999 se llevaron a cabo negociaciones de paz en la Conferencia de Rambouillet en París entre el gobierno serbio y los representantes kosovares, con términos totalmente perjudiciales para Serbia. Los kosovares firmaron disconformes, mientras que los serbios se retiraron: fue la excusa para que las bombas comenzaran a caer el 24 de marzo de 1999.
Las heridas por los horrores y excesos producidas desde los comienzos de los ´90, alcanzaron su punto máximo en 1999. Aún están abiertas y no van a cicatrizar hasta tanto una verdadera y persistente paz se prolongue para las futuras generaciones, en una región en donde se ha calificado como imposible de lograr por los “odios étnicos ancestrales”. Esta afirmación dista mucho de la realidad, ya que las distintas nacionalidades convivieron pacíficamente durante cientos de años y sus diferencias solo fueron exacerbadas durante el siglo XX, producto de los intereses de las élites locales y de las potencias internacionales. Geopolíticamente no convenía que un país con el potencial que tenía la ex Yugoslavia prosperara y disputara la centralidad del poder en una región que es clave para Europa y el mundo.