Cuando los miembros de Uchimar Sikuris nos invitaron a su ensayo, no sabíamos ni por asomo el universo que estábamos a punto de descubrir. Desde la peatonal cordobesa ingresamos por un largo pasillo hasta una sala ubicada casi en el corazón de la manzana. Nos recibieron Gustavo y Ulises y, mientras tomábamos unos mates, pudimos ver cómo se adornaban fajas, se cosían prendas y se alistaban las cañas: Uchimar se estaba preparando para la presentación de su primer disco.
Ulises Palacio y Beto Durand son los fundadores. Allá por el año 2014 empezaron a buscar gente en Córdoba que quisiera formar parte de una banda de puras cañas. Para entender el universo sikuri hay que partir de la base de que tiene un concepto bastante distinto al de la música occidental. Se trata un arte colectivo en el que nadie resalta por sobre los demás, por eso se toca en ronda, en números pares y abajo del escenario, lo que produce que haya miembros que a veces le dan la espalda al público. Cada banda tiene su tropa de instrumentos, que alcanzan para 16 o 20 personas. Las tropas están compuestas por los chulis, que son las voces más agudas; las maltas, que son las del medio; y las zancas, que son los más graves. En la tradición, la composición remite a la familia: el pequeño, el mediano y el abuelo. De los primeros 3 o 4 miembros pasaron a ser 12, y en el disco graban 20.
El movimiento sikuri nació hace cientos de años en las regiones andinas de Bolivia y Perú. Se trata de una expresión que engloba algo mucho más amplio que la práctica de un instrumento, es un arte que representa una cosmovisión de los pueblos. Beto Durand conoció este fenómeno durante un viaje a Jujuy y tras la experiencia decidió que quería eso para su vida. «Yo tocaba solo acá en Córdoba el siku, la quena, la zampoña. Un día un amigo me invitó a Jujuy a conocer una movida, pensé bueno vamos a escuchar buena música. Para llegar hicimos una peregrinación hasta un paraje que se llama Punta Corral. Se hace cada año una semana antes de las Pascuas. Son como siete horas caminando y se sube con la Vírgen a un cerro que es un lugar sagrado. Durante la caminata las bandas van tocando, soplando. Es un evento religioso pero que genera un sincretismo increíble con la cultura antigua, la religión y la actualidad. Allá arriba hay una iglesia, una placita y unas casitas y abajo en la quebrada las nubes. Yo fui por lo estrictamente musical y me encontré a la noche, bajo la luna, tocando al mismo tiempo con cientos de personas melodías de distintos tiempos, mientras la gente bailaba la danza del cordero y se tiraban fuegos artificiales. Esa noche entramos tocando a la iglesia a saludar a la virgen, y después a descansar y armar las carpas. Fue muy emotivo. Yo la flashé ahí y dije quiero hacer esto siempre».
En la década del 50´, la reivindicación de la identidad, la llegada de nuevas tecnologías y la fusión de estilos comenzó a dar lugar a variaciones sobre el estilo original indígena. Así nació el Siku Moreno, llamado de este modo por el mestizaje de razas y ritmos que se producían en el Perú así como en toda Latinoamérica. En el Siku Moreno a la tropa de vientos se le suma una batería de percusión compuesta por platillo, redoblante y bombo. También se empezaron a incorporar letras a las canciones. Uchimar se caracteriza con el estilo del Siku Moreno. De las 6 canciones del disco, tres son de autoría de la banda y las otras de Barrio Mañazo, una histórica agrupación de la región de Puno. La grabación estuvo a cargo de Ixtlan Estudio y se realizó como una sesión en vivo. Fue todo un desafío y, para enfrentarlo, se colocaron micrófonos que tomaban por voces (chulis, maltas y zancas). El resultado fue «Rugido en la Piedra», que ya se encuentra disponible en Spotify y otras plataformas de internet de manera gratuita.
¿Por qué Rugido en la Piedra? Tanto el nombre de la banda como el del álbum están íntimamente ligados al norte cordobés. En la zona de Quilino existe una leyenda que habla sobre una supuesta deidad o divinidad tutelar que es el dios Uchimar. Se dice que cuando sopla el viento en una piedra se produce un silbido. Cuando suena ese sonido los lugareños solían decir «ahí está soplando el dios Uchimar». En este mito tiene su origen Rugido en la Piedra.
Al calor de Uchimar nació Warminaka Sikuris, una agrupación de mujeres también de la ciudad capital. Algunas de sus integrantes participan en ambos conjuntos, como Fátima Collahuanca que llegó desde Perú con 8 años pero aprendió a tocar el siku en Córdoba. Para poder sumar nuevos miembros, las agrupaciones tienen un formato de taller, en el que en cada ensayo todos aprenden y todos enseñan. A los que viven en Córdoba tal vez no les extrañe haberlos cruzado en alguna marcha o feria. Ulises nos explica que «como sikuris urbanos no somos ajenos a los fenómenos de la ciudad. Tocamos en marchas, los 24 soplamos, para la marcha del monte hemos estado unidos junto a un montón de sikuris soplando como comunidad, siempre estamos en Urkupiña, en las ferias, en el Paseo de las Artes, hemos dado talleres en escuelas y universidades».
En la provincia hay alrededor de ocho bandas más. Se agrupan en un espacio que se llama Comunidad Sikuri Córdoba que se creó con el anhelo de unir a todos los conjuntos que existían. El puntapié inicial lo dieron con un encuentro en 2014 en San Marcos Sierras del que participaron unos treinta y cinco sikuris de distintos lugares. Cada agrupación comenzó a organizar el encuentro siguiente encargándose de gestionar y recibir a los visitantes. En los últimos han llegado a ser más de cien sikuris soplando juntos. Gustavo agrega: «en Córdoba hay de todo. Es más, creo que uno de los crecimientos más grandes de la comunidad es que hay mucha diversidad de géneros. Hay cosas que se tocan de Bolivia, de Perú, de Chile, del norte argentino. Hay bastante diversidad y eso es enriquecedor».
Este viernes Uchimar festeja sus 9 años de existencia con la presentación de Rugido en la Piedra en el Centro Cultural Graciela Carena. Además, habrá grupos de danza y música a cargo de la DJ Cande Lirio. Al fin de cuentas, para contar sobre esta fecha habíamos venido al ensayo. Descubrir el mundo sikuri es una experiencia cautivadora en la que uno no desea más que seguir aprendiendo y conociendo. Nos quedamos al ensayo y cuando se colocaron en ronda y comenzaron a soplar uno entendía por qué tocar el siku es como una acción social. No es música para mostrar, es para compartir. Beto lo resumiría muy bien diciendo: “En nuestro concepto cosmogónico, cuando uno sopla la caña genera una vibración y esa es la conexión. Po eso tocamos en ronda, soplamos todos hacia un mismo lugar y esa energía se conecta con un todo, con un cosmos. Y es energía, todo es energía. Y cuando nos movemos, danzamos y giramos, esa energía también se mueve. Por eso vamos a distintos lugares donde no es que hacemos algo y los otros van a ver, sino que participamos”.