La irrupción de la pandemia del Covid-19 en todo el mundo significó cambios drásticos en las dinámicas cotidianas que fueron, para la mayoría de las personas, perjudiciales en términos económicos. La imposibilidad de circular, sumado a los temores que despertó este virus, generó nuevas condiciones que, para muchos sectores, implicó una disminución drástica de los niveles de ingreso, lo que llevó a la necesidad de generar nuevas estrategias de supervivencia. En este sentido, el “Monitoreo sobre las condiciones de vida de la población trans, travesti y no binaria durante la pandemia del covid-19 y el ASPO”, publicado hace unos pocos días, reveló algunos datos importantes sobre las dificultades de un sector que ya estaba atravesado por complejas situaciones de vulnerabilidad.
El primer punto a destacar es que, con el decreto del aislamiento, se modificó la principal fuente económica. El informe del CELS destaca que «el 70% de les entrevistades respondió que la población trans, travesti y no binaria estuvo imposibilitada de realizar las mismas actividades por las que obtenían ingresos antes de la pandemia”.
Previo a que la llegada del Covid-19 modificara la vida cotidiana de toda la población, la principal fuente de ingresos de este sector estaba constituida por el trabajo sexual o la prostitución, seguida por otras formas de trabajo informal o no registrado y, en menor medida, de programas sociales, en tanto que “la ayuda familiar y el trabajo formal fueron raramente mencionados” en las entrevistas.
Con la llegada de la pandemia, esta relación se modificó sustancialmente. El trabajo sexual fue resentido principalmente por la dificultad de circular, hecho que género que los programas de asistencia económica o planes sociales se convirtieran en la principal fuente de sustento mientras el ASPO regía en toda la Argentina.
La situación de aislamiento, tal como destaca el informe, afectó también a los lazos sociales que unían a la población, generando mayor vulnerabilidad a un sector que depende mucho de los vínculos y redes que construyen: «de alguna forma de mayor a menor quedamos todes ajustados, de alguna forma endeudados, sin plata, sin tiempo, y muy desarmados para la forma de ‘poder activar’ y de ‘poder propiciar’ y participar de las redes”, afirma Guada, cordobesa que colaboró como entrevistada de la investigación.
Un detalle no menor para comprender estas dificultades tiene que ver con que, previo a la pandemia, la población travesti-trans ya se encontraba, en gran medida, en situaciones de vulnerabilidad social y económica. La condición laboral era precaria, de elevada inseguridad e informalidad. Esto se relaciona con el hecho de que la principal salida laboral es el trabajo sexual, actividad no regulada, que implica «exponerse a diversos tipos de riesgos para la integridad», como agresiones físicas, violencia policial, enfermedades de transmisión sexual, entre otras problemáticas.
El informe destaca además que esta situación se ve agravada por el hecho de que, en muchos casos, la opción del trabajo sexual no fue elegida «libremente», sino que surgió como consecuencia de condiciones materiales de pobreza en la estas personas vivían, manifestando así las pocas oportunidades de trabajo que se le presentan a este sector de la población.
Si bien las estrategias para sortear las dificultades del aislamiento y la distancia variaron en función de la zona y los recursos humanos y materiales de las organizaciones, en gran medida, con el correr de los días, fueron conectándose para acceder a bolsones de alimento o planes que les permita garantizar las subsistencia. Por ello, las redes de contención tejidas en la comunidad, fueron unas de las principales garantías, tanto en lo económico como en lo anímico, para sobrellevar la difícil crisis social que se estaba atravesando. De hecho, quienes no tuvieron ingresos ni por trabajo ni planes sociales, ya que un importante número de personas trans, travestis o no binarias transitaron esta situación de emergencia en estas condiciones, dan cuenta de que, a través de donaciones de vecinos u ollas populares, pudieron garantizar la subsistencia.
Al respecto, el informe rescata la experiencia de La Casa Trans de La Falda, que incluyó la asistencia a personas de la comunidad ubicadas en otras localidades rurales más pequeñas que se encuentran en el valle de Punilla, la cual fue posibilitando el acceso no sólo de alimento, sino de permisos para circular y otras vinculaciones con el Estado que fueron de gran ayuda para este sector de la población.
El monitoreo realizado por el CELS releva, además, las condiciones de salud, alimentación, violencia y situación habitacional que la población trans, travesti y no binaria atravesó durante el período de aislamiento obligatorio. Si te interesa leer el informe completo, podes encontrarlo en el portal web del organismo.