El 2020 fue un año sumamente complejo para toda la sociedad, pero principalmente para los sectores más vulnerables. La llegada de la pandemia de Covid-19 y la consecuente cuarentena obligatoria desmejoró la situación económica de las grandes mayorías. Este hecho significó una situación compleja para aquellos barrios más empobrecidos que se encontraron ante la necesidad de generar sustento para sus familias. Con esta finalidad, un grupo de vecinos de Providencia propusieron tomar un terreno abandonado frente a la Isla de los Patos, para convertirlo en un espacio de producción de alimentos. Hoy, La Costa, como nos comenta Pablo, crece buscando brindar una salida vinculada a la “soberanía alimentaria”.
-¿Cómo nace “La Costa”?
Pablo – El huerto “La Costa” lo armamos con un grupo de vecinos con quienes tenemos además otros desarrollos en Barrio Providencia: hacemos una feria y tenemos un local donde realizamos apoyo escolar. Y en un momento se planteó la necesidad de hacer una huerta para la parte más necesitada del barrio. En esa tarea se sumó una compañera que es Licenciada en Nutrición, y es parte de un grupo que se llama “Colectivo Semilla”. Entonces empezamos a articular con ellos y con grupos de estudiantes que, por tareas de extensión universitaria, se sumaron. Y así surgió la huerta, como un espacio donde empezamos a sembrar para comer, para lograr que la gente del “bajo” esté en una mejor situación, que pueda acceder a comidas sanas.
El Colectivo Semilla nace como proyecto de extensión de la Escuela de Nutrición de la Universidad Nacional de Córdoba en agosto de 2022, pensado para articular la producción sostenible que favorezca a la comunidad y proteja, al mismo tiempo, el medio ambiente. Con esta propuesta se vincularon con quienes estaban formando la huerta urbana y comunitaria “La Costa”.
La Costa se sostiene, principalmente, con el trabajo incesante de sus vecinos y vecinas. Una de ellas es Silvana, quien desde barrio Providencia cuenta que la iniciativa fue fundamental para los habitantes de la zona que menos recursos económicos tienen. Así recuerda sus inicios:
Silvana – Paso a paso se fue creando. Nuestros hijos fueron yendo para que les enseñaran a plantar una semillita y ver cómo iba creciendo. Aprendieron también a hacer compost. Y nosotras íbamos aprendiendo junto con ellos. Y era todo un logro ver como producíamos nuestros alimentos trabajando en todos los procesos: plantar, cosechar, limpiar el lugar.
-¿Se prenden los chicos con las tareas de la huerta?
S – Sí, a los chicos les gusta un montón ¡Les encanta! De hecho son casi los iniciadores de la huerta. Desde que volvieron las clases en los colegios vienen un poco menos, pero los viernes, que es cuando nos juntamos todos, siempre están.
La huerta es un lugar de aprendizaje y encuentro con la comunidad. Allí toman las decisiones sobre qué y cómo trabajar. Y es frecuente verlos, con sus herramientas, dándole vida a un pedacito de la costanera del Suquía.
-¿Producen sólo alimentos?
P – No, con el tiempo empezó a tener otras derivas. Hoy en día estamos haciendo plantines que vendemos en la feria que tenemos, y en otras donde participan las compañeras. Ahora estamos en la tarea de mejorar toda la infraestructura. Estamos consiguiendo que, a través de la Secretaría de Agricultura Familiar, nos colaboren para hacer un invernadero, para la elaboración de plantines y aromáticas, ya que eso es una salida para las compañeras y los compañeros que trabajan allí, ya que pueden venderlas. También estamos distribuyendo a mayoristas, a algunos viveros. Es un desarrollo relativamente nuevo, que va creciendo de a poquito. Mientras tanto la producción de alimento sigue.
S – Y los vecinos colaboran también, por ejemplo, trayendo botellas con residuos dentro, para que podamos armar los canteros. Los viernes nos sabemos juntar a trabajar en lo que haga falta para mantenerla. Con algunas vecinas estamos encargadas de armar los plantines de caléndulas y copetes para vender, y ya tenemos cerca de 1400 ¡y están hermosas!
Algunos de los vecinos que participan de la huerta forman parte del programa “Potenciar Trabajo”, una propuesta destinada a proyectos comunitarios donde el Estado brinda apoyos económicos a quienes están llevando adelante tareas de capacitación en oficios o formación laboral. Por esta razón, La Costa es fundamental para el barrio: permite generar alimentos saludables, instruye en tareas para una posible salida laboral, y genera ingresos a para los sectores más vulnerables de la sociedad.
-¿Qué significa para ustedes trabajar en esta huerta?
S – A nosotras se nos brindó la oportunidad de tener experiencia, la cual nos permite hacer, si queremos, nuestra propia huerta o trabajar, por ejemplo, en un vivero… Hoy en día nos defendemos trabajando la tierra… sabíamos que la tierra era tierra ¡sólo porque la pisábamos! Y hoy, la verdad que nos permitió crecer a todas.
La producción de huertas comunitarias crece en la Ciudad de Córdoba generando, en distintos barrios, la posibilidad de que vecinos y vecinas siembren sus propios alimentos. Trabajar la tierra, garantizar el sustento, articular actividades con los vecinos del barrio, y disputar los modelos de producción, son los objetivos de estos emprendimientos comunitarios que, como en el caso de La Costa, desarrollan proyectos de soberanía alimentaria.